El caso Florence Cassez revivido por Netflix

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

El siguiente no es un texto basado en la serie de Netflix, sino de la lectura del libro de la propia francesa, A la sombra de mi vida, escrito para demostrar su inocencia. Hoy que el caso ha sido revivido por la plataforma de marras, expongo mi versión personal como parte del debate. 

Es algo totalmente condenable ponerse de parte de un secuestrador, pero no lo es para nada si esa persona es inocente. La francesa Florence Cassez Crepin, condenada por gran parte de la opinión pública mexicana, fue liberada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación por las irregularidades encontradas en su proceso. No se habló de su inocencia, cierto, pero el hecho es que ella quedó libre. 

Fue un verdadero circo el que se armó desde su detención, pero también mientras duró su largo proceso de más de ocho años, de fines de 2005 a principios de 2013. Mi opinión personal es que la francesa sí es inocente, razón por la cual su liberación fue correcta. Los culpables, en todo caso, son los autores del montaje en el que se involucró a Florence Cassez: el siniestro Genaro García Luna y su mano derecha, Luis Cárdenas Palomino. 

Esta conclusión no es apresurada ni interesada: está basada en la lectura del libro que la propia mujer escribió durante varios años y que fue publicado en el 2010, aún en tiempos del calderonato, el mismo que la exhibió como una de sus piezas más preciadas en la lucha emprendida contra la delincuencia organizada, si bien ella fue capturada en el gobierno de Vicente Fox. Por supuesto, el titiritero que siempre manejó el tinglado fue el mismo: el tenebroso García Luna. 

El libro de Florence Cassez está titulado en español A la sombra de mi vida, pero en la versión original tiene un agregado que en México se le eliminó: Prisionera del Estado Mexicano. No pudo haber sido más acertada la segunda parte del título: en efecto, la francesa fue la prisionera del Estado Mexicano mientras lo encabezó el michoacano Felipe Calderón Hinojosa, que compró el pleito personal de su amigo García Luna. 

¿Por qué creo que sí es inocente Florence Cassez? Por los recurrentes montajes que hubo alrededor de su caso desde el mismo momento de su captura, que se dio un día antes (8 de diciembre de 2005) del oficialmente reconocido por las autoridades (9 de diciembre), tiempo que sirvió para armar el escenario en el que se montó la gran farsa del turbio García Luna, entonces al frente de la hoy desaparecida AFI. 

Previo a la puesta de escena, Florence Cassez fue tratada con consideraciones por parte de los afis; vamos, casi hasta con amabilidad, pues lo que les interesaba sólo era hacerle algunas cuántas preguntas. Algo debió cambiar en el ínter, pues fue cuando entró en escena Luis Cárdenas Palomino, mano derecha del torvo García Luna. 

El cobarde Luis Cárdenas se encargó de golpear a la francesa para hacerla aceptar su complicidad en una banda de secuestradores denominada Los Zodiaco, cuyo líder era el novio de ella, Israel Vallarta Cisneros (al que al principio cambian su segundo apellido, que aparecía como Fernández). 

El novio era propietario del rancho Las Chinitas. En una ocasión en la que visitan a su hija los padres de Florence Cassez, Israel les informa que tiene cinco hermanos, dos de ellos propietarios de talleres mecánicos, donde él trabaja. Poco después de ocurrida su detención, también es golpeado y torturado para aceptar ser el jefe de la banda. Si es o no inocente, eso nunca queda claro. Lo único cierto es que la francesa jamás acepta su culpabilidad, es decir, siempre se declaró inocente. 

Para ella los problemas comenzaron desde el inicio, pues ni siquiera en el consulado de su país creían en su inocencia. Al respecto, Florence Cassez dice (página 55) que su abogado Frank Berton le diría tiempo después «que el cónsul tal vez habría podido obtener mi libertad sobre la base de una flagrante violación a la Constitución mexicana que en su artículo 16 establece que la autoridad que lleva a cabo un arresto debe poner al inculpado inmediatamente a disposición del ministerio público…» 

El primer abogado de la francesa, Jorge Ochoa, había colaborado antes para la policía, de manera que más bien parecía que estaba al servicio de ésta que de su cliente extranjera. No obstante, el tipo fijó desde un principio sus «modestos» honorarios: 10 mil euros mensuales (y por adelantado) de un caso que, calculaba, duraría mínimo cuatro años. 

El segundo abogado, Horacio García, fue mucho más colaboracionista, incluso cuando entró al quite el connacional de Florence, Frank Berton, que tomó el caso como algo personal. Además, contaron con un aliado excepcional: el presidente francés, Nicolas Sarkozy, que dio su apoyo hasta el último día de su gobierno, algo inusual en un político, cualquiera que sea su nacionalidad. 

Una de las pocas veces en las que Jorge Ochoa hizo algo por la francesa fue cuando, en un careo con un testigo de nombre Ezequiel, pidió que éste fuera examinado por un médico que determinara sobre lo de una mancha que supuestamente le había causado la Cassez cuando le quiso anestesiar un dedo para amputárselo. Al final, se determinó que la mancha era de nacimiento.
A Luis Cárdenas la francesa lo describe así (página 104) en un careo que hay con la detenida: 

«A este hombre se le presenta como el brazo derecho de García Luna. El ejecutor del trabajo sucio; ya estuvo en prisión, pero no sé exactamente por qué (…) Él tampoco me reconoce, afirma que no se acuerda de mí y, sin embargo, reconoce que estaba en el rancho la mañana del montaje para la televisión. Tendría dificultades si pretendiera lo contrario, porque sale en las imágenes. En el momento en que el periodista anuncia en directo que los policías van a entrar en la cabaña, que sin duda hay secuestradores y tres víctimas con ellos –siempre me he preguntado cómo podía saberlo antes de entrar–, se ve claramente que los policías no derriban la puerta, alguien les abre. Y ese hombre que se ve un instante es Luis Cárdenas Palomino. ¿Qué hacía él en el interior de la cabaña si se trataba de una intervención en directo de la AFI en acción…?” 

La francesa siempre confió en su inocencia por la poca solidez de las acusaciones en su contra. Sobre el particular, ella apunta (página 105) que «el derecho mexicano establece que, en caso de testimonios contradictorios, se le debe dar fuerza a la primera versión, considerada como la más espontánea. En su primera versión, ni Cristina ni su hijo hablan de mí, al contrario, afirman no haberme visto ni oído nunca…» 

Cuando el gobierno de Felipe Calderón veía que el caso de la francesa se tambaleaba, los montajes no se hacían esperar. Al tiempo surge un testigo, David Orozco Hernández, que acusa a Florence Cassez de ser la jefa de la banda de Los Zodiaco. Ella precisa lo siguiente (página 160): 

«Estoy atónita. Este testigo caído de la nada dice ser el Géminis de la banda de los Zodiaco, el que se llamaba Ricardo en el reporte de policía y Gilberto en las confesiones de Israel, cuando fue torturado, como se señala en el reporte médico de diciembre de 2005. ¡Ahora, se llama David! La credibilidad de su aparición no me inquieta, no se sostiene ni un segundo. Un malestar se instala en la prensa y en aquellos que vieron esta farsa en la televisión…» 

La terquedad del gobierno mexicano por mantener prisionera a la Cassez es digna de mejor causa. Por ello, la francesa sostiene (página 155): 

«En Francia, Frank Berton se enoja con todo esto. A mediados de abril anuncia que piensa levantar una demanda en contra de Genaro García Luna ante la justicia francesa por falsificación de pruebas y el montaje de mi arresto, una declaración de guerra. Esto podría dar lugar a una investigación, no en suelo mexicano, pero sin duda ello impediría viajar al secretario a Francia, pero también a Europa y principalmente a España, adonde se dice que va con frecuencia, y tal vez a todos los países con los que Francia tiene un acuerdo de cooperación judicial que podrían detenerlo e incluso extraditarlo a Francia». 

Algo similar pensaba hacer el propio Nicolas Sarkozy (lo sabía García Luna, que grababa las conversaciones telefónicas), pero parece que ya no le alcanzó el tiempo, aunque poco se cuidó de que se supiera todo lo que pensaba del gobierno panista. Salió de la presidencia, llegó Holland y pasó casi un año para que el caso diera un giro de 180 grados. 

Así, con los priístas reinstalados en el poder, la historia de Florence Cassez cambió por completo: la Corte da otra resolución, hay manifestaciones de inconformidad por un nacionalismo mal entendido y, al final, la francesa sale libre.