POR Jorge Octavio González
Amenazados con que si no acudían los podrían correr o no renovar sus contratos, los trabajadores de la Secretaría de Bienestar, Inclusión Social y Mujeres del gobierno del Estado tuvieron que ir al Congreso del Estado a gritarle vivas a su jefa Dulce Huerta Araiza.
La funcionaria tenía que asistir al Poder Legislativo como parte de la Glosa del Primer Informe de Gobierno de Indira Vizcaíno, habida cuenta que en su mensaje ante la opinión pública no quedó claro qué fue lo que hicieron en este 2022 en todos los rubros de la administración estatal.
La intervención de Huerta Araiza se podría catalogar como de una militante más de Movimiento de Regeneración Nacional y porrista y fan número uno de la gobernadora del Estado; el problema es que se trata de una secretaria que debe cuidar la investidura y rendir cuentas a la sociedad, no alabar a su jefa.
Del nombre de la dependencia a su cargo, lo que tiene que ver con inclusión sólo se limita a saludar, en los eventos a los que acude, a “todas, todos y todes”. De la inclusión verdadera, de ayudar a las personas con discapacidad y demás, no hay nada; lo de todes es sólo la pose para hacerse ver muy progre.
Escuchar los lamentos y cuestionamientos al pasado de Dulce Huerta Araiza es como volver a recetarnos la narrativa de Indira Vizcaíno y sus justificaciones de por qué no se ha hecho nada a favor del pueblo colimense; de la misma manera se le puede cuestionar por qué, si tanto daño le hicieron al erario los funcionarios del pasado, no han hecho para detenerlos u obligarlos a que devuelvan lo robado. Porque es sólo un discurso y demagogia.
Como si no fuera suficiente tener que escuchar los mismos lloriqueos de la secretaria de Bienestar, Inclusión Social y Mujeres sobre las finanzas dañadas, la intervención de la diputada Isamar Ramírez, la versión femenina del porro cínico y sinvergüenza Vladimir Parra, fue de disco rayado.
Muy envalentonada, supurando odio por todo su cuerpo, la legisladora por Manzanillo repartió culpas a los funcionarios de la pasada administración, pero sin decir o explicar al pueblo de Colima por qué no han podido hacer nada contra ellos si tienen, además del Poder Ejecutivo a su disposición, el Poder Legislativo y la Fiscalía General del Estado de Colima. Porque, como se dijo líneas arriba, su narrativa es mera demagogia.
Isamar Ramírez critica pero no propone nada; culpa al pasado pero no hace nada contra ellos; fomenta odio pero señala a los otros de odiar; es la versión femenina del cínico Vladimir Parra, que al menos sí redactaba sus posicionamientos cuando subía a tribuna. Aclarando: al inicio recibía la asesoría de Rogelio Rueda Sánchez, su jefe en la Legislatura, pero conforme transcurrió el tiempo aprendió a valerse por sí mismo.
El triste papel de la diputada Isamar Ramírez, ceñida a una simple porrista de Indira Vizcaíno y aplaudidora del régimen, quedará registrado para la historia; la que no está a la altura del encargo y agacha la mirada cuando se trata de una instrucción del gobierno del Estado es ella, que se arrodilla ante otro Poder con tal de continuar su carrera política.
Lo más cuestionable de la comparecencia de Dulce Huerta Araiza fue la respuesta que dio, probablemente enojada, sobre el Premio Estatal de la Juventud: dijo que la subsecretaría de las Juventudes se ha dedicado a trabajar, pero que no han estado levantando egos de los mismos de siempre que han utilizado el premio como pagos políticos.
¿Por qué le ganó el hígado a la funcionaria y soltó esta perla? Porque los diputados del Bloque Opositor exhibieron que, si bien el Premio Estatal de la Juventud estaba presupuestado para este 2022, no se llevó a cabo, por lo que alguien utilizó ese dinero para otros fines.
Ahora que soltó de más la lengua, Dulce Araiza está obligada a probar sus dichos y a exhibir quiénes recibieron el Premio Estatal de la Juventud como pago a favores políticos. Porque, ciertamente, sus palabras abarcan los últimos sexenios que se ha estado llevando a cabo este certamen para los jóvenes talentos colimenses, que tienen nombre y apellido y que ahora están manchados con la sospecha de haber recibido un premio que no merecían.