Dos de Indira al puerto; Romero de Solís, «reconocido»

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

De dos temas escribo hoy en esta columna de culto: algo de Manzanillo y algo de la capital de Colima. Adelante con los faroles.

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La ineptitud, mediocridad e incapacidad de Rosa María Bayardo Cabrera, que sigue la misma línea de su madrina política Indira Vizcaíno Silva, ha encendido las alarmas en el corazón del indirato, pues la presunta candidata de Morena a la presidencia municipal de Manzanillo, que actualmente cobra como directora del DIF Estatal, no levanta ni con grúa; por tanto, en plan emergente, una especie de Plan B sacado de la manga (que no les ajustará, ni empleando el alfabeto entero), se ha comenzado a habilitar a Andrea Naranjo Alcaraz, diputada por el distrito número 14 del municipio costero.

Hay dudas sobre si las dos precandidatas a la alcaldía porteña son respaldadas por la Gobernadora Altozano o si, por el contrario, una es apoyada por la Indi y la otra por Arnoldo Vizcaíno Rodríguez, gobernador de facto de Colima, que también anda en pro del bien (ajá) de los manzanillenses. Al final de cuentas, cualquiera de las dos que pretenden la candidatura del municipio más grande –en lo geográfico y en lo económico— del estado, sería manejada por el viejo cacique arrocero de Buenavista, sólo para confirmarnos que él es el que manda.

Como sea, y por aquello de las recochinas dudas, el indirato le ha dado juego a esas dos que tienen la bendición de la oriunda de Tijuana, de donde saldrá la supuesta aspirante al cargo que actualmente tiene Griselda Martínez Martínez, que no comulga con ninguna de las dos. Lo que salga de ese corto circuito que va a generar la disputa de la posición entre Indira y la saliente Griselda será de pronóstico reservado. Tiempo habrá de conocer el desenlace sobre la candidatura al Ayuntamiento de Manzanillo. De momento, pues, son objeto de interés las dos gallinas (o pollas) de Indira en el puerto.

Así, como es de esperarse, la diputada Naranjo Alcaraz ha resultado más buena para el rollo y para el agandalle que su correligionaria Bayardo Cabrera, con nula capacidad para despertar la empatía entre porteños a los que pretende gobernar. La legisladora local, hechura del chueco y traidor Rogelio Ruedita/el Chatillo Rueda Sánchez, notario público con “autoridad moral” a prueba de balas, fue a aparecerse por los rumbos de Jalipa para referirse a la segunda etapa de arreglo de la brecha que se lleva a cabo en ese lugar, cantando las bondades que esa obra generará por el “apoyo” brindado por la gobernadora y otras autoridades.

Los acompañantes de la diputada: Mauricio Sánchez González, Ramón Decena y Jesús Sánchez, todos ellos priistas de viejo cuño, son la mejor prueba de que el PRI ya se enquistó en Morena, pues hay que recordar que la propia Naranjo Alcaraz viene de ese partido. Y aunque todo sería parte del juego político en la búsqueda de una futura posición, lo que llama la atención es que la obra a la que hace referencia la buena mujer es algo en lo que no tiene nada que ver su jefa Indira Vizcaíno, sino el municipio porteño, que fue convenida con anterioridad con la Asipona (lo que antes era la API).

La gandalla legisladora Naranjo Alcaraz, en su afán de alzarse con la candidatura a la presidencia municipal de Manzanillo, seguramente se irá apropiando de obras municipales para ponerlas como gestiones hechas por la inútil gobernadora del estado, pero evidentemente no le será tan fácil salir impune. Lo que sí es cierto es que, si en realidad hay Plan A y Plan B para el ayuntamiento porteño, la diputada local le va comiendo el mandado a ese bulto inconmovible que es la ex titular de la Secretaría de Fomento Económico y Turismo del Gobierno del Estado.

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Durante décadas, como si fuera de su propiedad, el cura José Miguel Romero de Solís utilizó el Archivo Municipal de Colima a su antojo. Al parecer, en la mayor parte de su obra histórica, que representa 40 libros, el Archivo fue fundamental como su fuente de información e inspiración. Sin embargo, el tipo no investigó ni escribió por amor a la historia del estado, sino porque cobraba un jugoso sueldo que tenía que desquitar. Así, cuando se redactó un nuevo reglamento para esa instancia, Romero de Solís se enfureció y acusó al alcalde en funciones y al cabildo en pleno de no haberle consultado sobre dicha reglamentación.

A tal grado la soberbia del cura Romero de Solís, que se creyó por encima de la autoridad municipal que representa el Cabildo de Colima (conformado por alcalde, síndico y regidores), esperando que todos fueran a pedirle permiso para realizar un nuevo reglamento en el que, por haberse eternizado indebidamente en el cargo, salió destapado como tapón de sidra en 2020. Así, durante décadas permaneció sin inmutarse en el Archivo, mientras por la administración municipal pasaban alcaldes de extracción tricolor, negro-amarillo, blanquiazul y de nuevo tricolor, hasta que se topó con pared con la naranja mecánica del MC.

En la administración de Locho Morán Sánchez, con el respaldo de los regidores, se realizó el nuevo reglamento que rige ahora en el Archivo Municipal, por cuya sede han pasado ya tres funcionarios (una de ellas, por cierto, fallecida). El caso es que el cura Romero de Solís, que dista mucho de ser un historiador que esté comprometido con Colima, ahora será “reivindicado” este viernes con la medalla Rey de Colimán, la cual le será entregada en el Congreso del Estado a iniciativa de la diputada Miriam Gudiño Espíndola, “por su obra y trayectoria en favor de la historia del estado”. Y se hará en el marco de los 500 años de Colima.

A gente relacionada con la historia y la cultura no le ha gustado nada que se haga un “reconocimiento” a un individuo que sólo hacía su trabajo, pues como director del Archivo Histórico, de cuyos documentos se valió sin recato alguno, cobró sus sabrosos emolumentos durante décadas. De hecho, la comunidad inconforme con Romero de Solís señala que se trata más bien de una jugada política en la que participa la esposa del que recibe el “reconocimiento”, María Elena Abaroa, que tuvo diferencias con su antiguo padrino, Locho Morán, en cuya administración fue echado a bastonazos en las costillas el cura de origen español.

Lo malo es que en estas jugadas palaciegas las instituciones son usadas para dar premios y castigos a discreción sin recato alguno. El caso del curita Romero de Solís es la mejor prueba de lo que afirmo, haciéndole eco a las inconformidades que despertó el mentado “reconocimiento”.