POR Jorge Octavio González
En estas páginas, hace dos semanas, dijimos que Donald Trump tenía más posibilidades de ganar la elección presidencial que Kamala Harris.
Y así sucedió: el magnate venció de manera abrumadora a su competidora Demócrata, con todo el apoyo oficial y hasta artístico que se volcó a favor de su candidatura.
Estados Unidos, como país de libertades, tendrá que adaptarse a un más estridente y rudo estilo personal de gobernar.
En México, cuando la mayoría de los analistas políticos aseguraban que el país ya se había ido al carajo con la traición de Alberto Pérez Dayán y su voto para que la reforma al Poder Judicial fuera constitucional, perdieron de vista algo:
Si va a haber un contrapeso a los excesos del gobierno mexicano y sus pretensiones de instaurar una dictadura o violar todo tipo de garantías individuales y derechos humanos, ese es, desde luego, Donald Trump.
A Andrés Manuel López Obrador, de acuerdo a lo que Trump declaró hace varios meses, lo doblegó para que México enviara a miles de elementos de la Guardia Nacional a cuidar la frontera; sólo tuvo que amenazar al gobierno de México con imponer aranceles a las exportaciones que hicieran al país del norte para doblegarse.
Claudia Sheinbaum Pardo, que es la presidenta con más poder en el país, incluso más que el propio AMLO, tendrá que lidiar con un hombre machista, misógino, patriarcal y sin correcciones políticas; un comunicado o una carta de repudio a sus actos o palabras no va a lograr cambiar de opinión a quien viene en un segundo mandato con más fuerza y menos personajes que influyan en él para contenerlo.
Ni siquiera Elon Musk podrá hacer mucho: él piensa igual que Donald Trump y está de acuerdo en las políticas del empresario; no en balde fue uno de sus principales financiadores en la campaña electoral.
¿Eduardo Verástegui? También piensa como Trump; incluso es menos correcto políticamente al decir abiertamente que un hombre vestido de mujer no deja de ser hombre, pese a la ola de descalificaciones que los buenaondita woke en México le lanzan en los hashtags de X, antes Twitter.
¿Y qué si, con el voto del traidorzazo Alberto Pérez Dayán, MORENA tendrá todo el poder y podrá cambiar la Constitución como se les antoje?
Donald Trump, como lo dijo un día antes del cierre de campaña en Carolina del Norte, el primer día que llegue al gobierno le hablará a Claudia Sheinbaum para exigirle que combata en serio el crimen organizado y evite que siga pasando fentanilo a los Estados Unidos; si no lo cumpliera, añadió, le impondrá un 25% de aranceles a todos los autos que exporten hacia el país vecino.
Y si con eso no es suficiente, prosiguió Donald Trump, los aranceles subirán al 50%, luego al 75%, hasta llegar al 100 o al 500%.
Claudia Sheinbaum y MORENA, que festinaban la constitucionalidad de la reforma al Poder Judicial gracias al voto de un vendepatrias, no tendrá mucho margen de maniobra durante los 4 años que esté Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos.
AMLO, que escribió un libro donde atacaba fuertemente a Donald Trump por su postura antiinmigrante, fue manejado como una marioneta por el empresario estadounidense y lo obligó a hacer lo que quería; años después López Obrador le llamaba amigo a Trump y hasta le agradeció que no tratara mal a los mexicanos en sus discursos.
La presidenta de México podrá tener a payasos y hampones extorsionando y amenazando a la invisible oposición para aprobar lo que quieran en las Cámaras de Diputados y Senadores; sin embargo, la mirada con lupa del gobierno de Donald Trump, capaz de enviar misiles a territorio mexicano para estallar laboratorios de fentanilo y asesinar a capos de la droga, estará todo el tiempo encima de nuestro país.
¿Cuál supremacía constitucional?