Confirmado: el de Indira, un gobierno de pasarela

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

Siempre lo dijimos en esta columna de culto y en otras que publica la imperdible página PXPress: el de Indira Vizcaíno Silva es un gobierno frívolo, superficial, banal y, en fin, uno que le ofrece cero resultados a los inermes desgobernados. El ridículo episodio del vestido que lució la Gobernadora Altozano la noche del Día del Grito, que más bien parecía piñata o árbol de Navidad al que sólo le faltaron las esferas y la estrella de Belén hasta arriba, es el summum de la frivolidad que confirmó lo que siempre se sospechó: el indirato es un gobierno de pasarela. 

A la insensible Indira Vizcaíno no le importó absolutamente nada que el mismo día que se festejaba las fiestas patrias en Palacio de Gobierno, rodeada de sus aduladores, ocurrieran seis ejecuciones en este baño de sangre diario que se inauguró con el arranque del 2022; sin embargo, se llenó de santa ira cuando la mayoría de los colimenses, a través de las redes sociales, se burlaron del vestido que portó para la ocasión, aprovechando ella el viaje para meter en el mismo tema al diseñador colimense, con el que nadie tiene bronca, sino precisamente contra la mujer que no desconoce el sentido del ridículo. 

Al diseñador debieron haberle encargado el vestido de marras, tomado de algún catálogo. Así, pues, no es culpa del que hizo el vestido, sino de la que lo lució, a sabiendas de que se vería ridícula, pues la gobernadora de Colima no es modelo, sino la –en teoría— titular del Ejecutivo estatal. En suma: el vestido de piñata no era el apropiado para una persona que tira a chaparra, además de que el color no ayuda mucho. Repito: la Indi no es modelo, sino una política; además, por muy guapa que le encuentren algunos lambiscones, no todo le queda bien a una que no está metida de lleno en el mundo del modelaje. 

Hay, claro, excepciones de mujeres que siempre se van a ver bien con lo que lleven encima; por ejemplo, Marilyn Monroe, en el pasado, o Scarlett Johansson, en la actualidad. En su momento, a la rubia platinada alguna envidiosa le criticaba que se veía bien porque lucía prendas muy finas, pero en un costal de papas no se vería igual. La bella del filme Los caballeros las prefieren rubias aceptó el reto y un día apareció en público enfundada en un costal de papas y, por supuesto, seguía siendo la misma belleza de siempre. Algo igual ocurriría ahora con la beldad que interpretó a La viuda negra. Pero, claro, la mujer nacida en Tijuana nunca va a ser Marilyn o Scarlett. Tampoco nunca será Griselda Álvarez. 

El caso es que importa la investidura, no la vestidura. El problema, sin embargo, es que a la expresidenta municipal de Cuauhtémoc lo que le preocupa es la apariencia, no los resultados de un gobierno que está reprobado en todas las áreas que le toca atender: inseguridad desbordada, economía en ruinas, salud por la calle de la amargura, educación del carajo, cultura de rancho, etcétera. No debe ser el problema la forma en que viste el gobernante, sino lo que haga a favor de sus representados. En el caso de Indira es al revés: pueden seguir muriendo los colimenses asesinados a plena luz del día, pero cuidadito con que se metan con sus ridículas prendas de vestir. 

Por cierto, el diseñador es reconocido a nivel internacional, por lo que haría bien en seleccionar mejor a su clientela, pues la Gobernadora Altozano lo único que hizo fue poner en evidencia su capacidad creadora, cuando en realidad la que echó por la borda el trabajo fue la que no supo ver que se vería ridícula; tanto así, que por ese las redes sociales se dieron vuelo con la publicidad a mil por hora de los infaltables memes. La percepción casi general, pues, es que el vestido verde de árbol de Navidad no favoreció en nada a la que lo portó en la ceremonia del Día del Grito y, de paso, al diseñador que no tuvo corazón para decirle que se veía ridícula. Diría, al final de cuentas, que el cliente siempre tiene la razón. 

La falta del sentido del ridículo parece ser el talón de Aquiles de las cuatroteras morenacas que desgobiernan en el país. La esposa de amlo, la dizque escritora Beatriz Gutiérrez Müller, siempre ha sido atacada por las ridiculeces que se pone para las grandes ocasiones (como las fiestas patrias en Palacio Nacional, por ejemplo), pues pasa o que es muy ignorante o tiene en el diseñador a su peor enemigo. En cualquier caso, el mal gusto, la ridiculez (hay que recordar al anciano macuspano con una camiseta con la que tenía apariencia de franelero teporocho), lo cuachalote, lo informal, etcétera, parece ser el sello de la casa en la pitera 4T.