POR Bibiano Moreno Montes de Oca
En Colima, con Morena, pasamos del slasher al gore
Desde que nos gobierna Morena, por conducto de la Gobernadora Altozano y su chiquigabinete de vacilada, Colima sufrió un cambio brutal como sociedad que vive horrorizada. Si estuviéramos hablando de filmes de terror, podríamos decir que del slasher ya pasamos al gore, es decir, del cine de violencia moderada estamos en uno en el que hay de todo: violencia sin límites, brutalidad, chorros de sangre y, sobre todo, vísceras y cuerpos mutilados (la esencia del género, que es lo que significa gore en inglés), metidos en bolsas negras y repartidos por la ciudad, llevando su mensaje de muerte y desolación.
Alguna vez escribí que en Estados Unidos (y, por derivación, en México y el resto del mundo) comenzó a tener auge el cine slasher inspirado a su vez en el género giallo, que es originario de la bella e histórica Italia. El giallo se caracteriza por mostrar escenas brutales, donde por lo general un asesino serial se encarga de ir ejecutando a sus víctimas propiciatorias, casi siempre bellas mujeres. El mayor exponente de ese género es el director de culto Darío Argento, que viene a ser como el Miguel Ángel del terror, sobre todo por el virtuosismo que le imprime a sus escenas, donde el asesinato es elevado a la categoría de arte. Claro, estamos hablando sólo de ficción.
El giallo sigue activo a pesar de haber surgido desde la década de los 60 del siglo pasado, pero elevada por Darío Argento a un grandioso género en la siguiente (los 70), con una trilogía (la llamada trilogía animal), que incluye El pájaro de las plumas de cristal, El gato de las nueve colas y Cuatro moscas sobre el terciopelo gris, así como la que es la obra maestra del género (y vaya que varios de sus filmes entran en esa categloría) en todo el mundo: Rojo profundo, que es el giallo puro y duro más bello. No es el inventor del género Argento (eso le corresponde a su paisano Mario Bava), pero sí es el que lo popularizó en el planeta entero.
En Estados Unidos, a fines de la década de los 70 (y los 80 fue pródigo de obras memorables del género), surgió el llamado slasher, cuyos mejores exponentes (que a la fecha siguen siendo explotados por las nuevas generaciones) son La masacre en Texas (Tobe Hope), Halloween (John Carpenter) y Viernes 13 (Sean Cunninghan), donde generalmente un asesino serial se encarga de ir matando personas por un oscuro deseo y sed de venganza. Por lo general, este tipo de personajes (inspirados en casos reales) emplean tremendos cuchillos de carnicero, hachas o machetes, aunque la característica peculiar del texano Carade cuero es el de andar armado de una pavorosa motosierra.
En esos filmes hay algunos asesinatos brutales que son obra de desquiciados, es decir, de sociópatas. El tono de esas cintas del género slasher es sangriento, pero hasta cierto punto moderado. El cine gore, en cambio, se suelta el pelo para mostrarnos las más brutales y sangrientas escenas que uno pueda imaginar. El mejor ejemplo del cine que pasó del slasher al gore es el de la larga saga de Saw, donde primero había muertes algo brutales, pero a la postre se comenzó a volver muy violenta y sádica. Así, después de que el giallo se volviera inspiración en los 70 del siglo pasado, a la fecha sigue vigente, ahora con el slasher y el gore.
El gore, por lo brutal de sus escenas, no es muy difundido en los cines ni en la TV, pero hay legiones de seguidores de películas que están consideradas como de culto, aunque es obvio que se trata de cine de mal gusto, donde los japoneses, coreanos y directores de otros países asiáticos se pintan solos para eso. Al final de cuentas, empero, se trata de cine de ficción, donde nadie muere ni sale lastimado, puesto que todo se trata de actuación. En Colima, en cambio, la brutalidad y los asesinatos son reales; vaya, podemos decir que más bien es un cine snuff en el que andamos ya por los 400 asesinatos violentos y despiadados desde el inicio del presente 2022.
Aunque los ejecutados a balazos, mutilados e incinerados rondan los 400 en estos momentos, a la Gobernadora Altozano eso no le quita ni el sueño. Así, para ella cualquier pretexto es bueno para largarse del estado a divertirse a costillas del erario público, junto con sus mejores amigas: si ya no es para ir a apoyar todos los domingos a los candidatos de otras entidades federativas (en 2023 seguirá con la misma rutina en Estado de México y Coahuila, donde habrá elecciones de gobernador), no va a faltarle alguna razón para ausentarse de Colima y de los colimenses, de los que a Indira Vizcaíno lo único que le importa es su voto en los comicios del 2024.
Todo lo demás, por tanto, a la Indi no le atrae nada, aunque Colima parezca ya el escenario permanente y natural para filmar cine gore. No hay un día en el que no asesinen los criminales a por lo menos una persona, sin que ya no importe si es o no parte del crimen organizado, es miembro de un cártel enemigo o es un infame daño colateral. Al final, a Indira Vizcaíno le vale madre todo. Y todo es todo.