Apocalipsis global*

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

El primer capítulo de la novela La hija del apocalipsis parece un cuento redondo, excelente. Pudiera desprenderse del resto de la novela y quedaría como un modelo de narración corta. Pero el capítulo con el que arranca la historia también es el ancla que nos engancha para continuar en la lectura de una trama que resulta, por decir lo menos, absorbente.

La segunda novela del francés Patrick Graham tiene nuevamente como su protagonista a la agente del FBI Marie Parks, que apareció por primera vez en El evangelio del mal, la ópera prima en la que el autor aborda un tema de lo más apasionante. En esta segunda novela la historia se centra más en la tormentosa vida de la impulsiva y cínica representante de la ley, que interviene en una trama por completo diferente.

Ciertamente, igual que en El evangelio del mal, la participación de la detective Marie Parks se debe a su capacidad para capturar a asesinos itinerantes, que es una variación de los asesinos seriales que se dan por montones en Estados Unidos. De hecho, la diferencia entre ambas sicopatías la explica la propia agente del FBI cuando es analizada nada menos que por Daddy, el asesino al que ella persigue desde hace años y que posee un secreto inquietante.

Según la detective Parks, “el asesino en serie es un sujeto compulsivo que mata para dejar de sufrir y aplacar la enorme tensión que lo empuja a asesinar. El itinerante, en cambio, no mata por necesidad, sino que desea hacerlo. No oye voces ni obedece a Dios. Está bien integrado, tiene un buen trabajo que le hace viajar mucho. Y aprovecha esa circunstancia para matar. Le gusta hacerlo y lo hace bien”.

Así, al ser esa su especialidad, su jefe del FBI, Crossman, sólo le asigna ese tipo de trabajos a la detective Marie Parks, aun cuando ella ha solicitado en más de una ocasión que le den algo un poco más “normal”, es decir, casos de asesinos seriales comunes y corrientes. A la larga, ese tipo de problemas a la agente la llevan a situaciones límite que sólo puede enfrentar con abundante alcohol hasta perder la conciencia.

La historia que la agente del FBI protagoniza en La hija del apocalipsis es muy original en literatura, pues en el cine últimamente se han producido en serie las cintas que abordan los temas de devastación, de caos y de amenazas del fin del mundo, aun cuando lo más interesante de muchas de ellas son los efectos especiales que contienen. En el caso de la segunda novela de Patrick Graham no hay tal: la fuerza se encuentra justamente en una historia que es abordada con enorme maestría y talento.

Como lo dice el nombre de la novela, la historia gira en torno a una niña de once años de edad, hija de padres negros que mueren cuando el devastador huracán Katrina azotó la ciudad de Nueva Orleans en el 2005.

La pequeña se llama Holly Amber Habscomb y es utilizada por una mujer que posee grandes poderes y tiene más de 300 años de edad, pero que está a punto de fallecer. Como un acto desesperado, la Reverenda –como se le llama— le transfiere sus poderes a la niña, que de esa manera se convierte en el blanco de una organización criminal que busca destruir la mayor parte de la población mundial y vender la cura de un virus terrible sólo a los que lo puedan comprar, es decir, a los ricos del planeta.

La razón para que Marie Parks entre en acción de nuevo es cuando comienzan a aparecer arqueólogos asesinados en varios puntos del globo. Aparentemente no están vinculados por la mano del mismo asesino, pero esos hechos son el hilo conductor que lleva a relacionarse a los personajes principales de la historia, como el caso de Walls Gordon, que logra salir de unas grutas por el desierto de Sonora, México, por ser también alguien con poderes especiales.

Pero no sólo Gordon Walls es un personaje importante en la trama, junto con Marie Parks y la pequeña Holly, sino también los Guardianes de los Ríos, que son los que protegen a la raza humana de sí misma. El propio Gordon Walls es uno de ellos sin saberlo, igual que lo fue su abuelo, así como Cayley, el viejo amigo y vecino de la agente del FBI en su remoto domicilio en una zona rural.

La historia tiene su origen a partir de un hecho real, aparte del huracán que en verdad casi destruyó la ciudad norteamericana: el Proyecto Manhattan, que se refiere a la prueba nuclear que el gobierno de Estados Unidos realizó el 16 de julio de 1945 en el desierto de Nuevo México, previo al lanzamiento que se hizo poco después sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.

El autor de La hija del apocalipsis cita al profesor Oppenheimer, a la sazón director del proyecto, que declara lo siguiente cuando cayeron los últimos restos de la explosión: “Ahora soy Shiva, el destructor de los mundos”. A continuación, su ayudante, el profesor Brainbridge, replicó así: “A partir de ahora todos somos unos hijos de puta”.

De acuerdo con Patrick Graham, la explosión nuclear de 1945 abrió en el suelo una zanja muy profunda. Cuando descendieron algunas personas hacia la profundidad, se encontró una especie de gruta santuario que albergaba una momia muy antigua. Tras su traslado a Los Álamos, en EU, los científicos comenzaron a analizar el cuerpo momificado.

En ese tiempo no supieron definir de cuándo databa la momia, pero 20 años después ya se tenían aparatos más modernos para conocer más. Así, se pudo comprobar que, al morir, quien fuera dueño de ese cuerpo momificado había vivido 460 años. Una vez hecho el descubrimiento, entró en acción un organismo al que se conoce como la Fundación, que puso a su gente a estudiar el ADN de la momia con fines eminentemente comerciales.

El autor, ducho en armar teorías increíbles con cierta dosis de realidad, señala que en ese punto se asocian la Fundación (su cuartel general se encuentra en Suiza) con el gobierno de Estados Unidos, aunque originalmente con intereses netamente científicos, para enseguida pasar a ser una organización criminal dispuesta a destruir la mayor parte de la Tierra, donde sobrevivirán sólo los que tengan capacidad económica.

Los planes de los miembros de la Fundación son simples: propagan un virus por todo el mundo. Los síntomas de las personas que son atacados por el terrible mal son escalofriantes: comienzan a envejecer rápidamente, hasta quedar sus cuerpos como velas derretidas. El antídoto para curar a los que se salven se encuentra en la sangre de la pequeña Holly, por lo que se inicia una cacería implacable para tratar de eliminarla, aunque también hay otros que se movilizan para poder protegerla.

Estos últimos son los Guardianes de los Ríos, que tienen como su jefe a las Reverendas, aunque la última de ellas es la que transfiere sus poderes a la pequeña Holly. Estos Guardianes de los Ríos tienen sus santuarios en los ríos, precisamente, que es de donde adquieren su poder. El más poderoso de todos esos cauces es el Río Mississippi.

En una historia donde existe una amenaza mundial no puede faltar el presidente de EU y su gabinete de crisis. Se trata del retrato de un presidente muy enérgico, poseedor de un sentido del humor negro y culto, pues se da el lujo de citar a Thomas Paine con una frase que es muy apropiada en ese momento en el que se discute sobre una posible declaración de guerra de China al país gringo: “Si tiene que haber guerra, que tenga lugar en mi época para que mi hijo pueda conocer la paz”.

¡Ni el presidente mexicano Felipe Calderón Hinojosa lo hubiera dicho mejor en su guerra contra el narco! Así, pues, a leer La hija del apocalipsis.

*Columna publicada el 25 de septiembre de 2014.