POR Luis Fernando Moreno Mayoral
Cada vez es más difícil para los voceros del régimen justificar el avasallamiento de Andrés Manuel López Obrador sobre la figura de Claudia Sheinbaum.
Primero tuvieron que pasar por alto que AMLO eligió a la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México y que los demás contrincantes jugaron el papel de patiños para avalar una contienda a todas luces fraudulenta.
Pero añadieron que, una vez que ganara la elección presidencial, Claudia Sheinbuam iba a hacer sentir su mano en la conducción del país y las políticas públicas que implementaría.
Sheinbaum Pardo ganó, pese a que una parte de la oposición alega fraude a través de un algoritmo que ni la propia Xóchitl Gálvez Ruiz acompañó, y lo que se ha visto es la integración de la mitad del gabinete con afines y leales a López Obrador.
Los coordinadores de la Cámara de Diputados y el Senado de la República, Ricardo Monreal Ávila y Adán Augusto López Hernández, respectivamente, responden única y exclusivamente al presidente de la República.
Y por si todo esto no fuera suficiente, Luis María Alcalde será la dirigente de Movimiento de Regeneración Nacional y tendrá como su segundo de a bordo a nada más y nada menos que a Andrés Manuel López Beltrán, Andy, el hijo del presidente de México.
El plan de AMLO consiste en que, una vez que Claudia Sheibaum concluya su sexenio, Andy López Beltrán sea el sucesor para que la dinastía continúe y consolide el proyecto de la cuarta transformación.
Habría que añadir, a la serie de imposiciones de AMLO a su pupila, la batería de reformas que sus diputados y senadores están aprobando sin discusión alguna y mucho menos diálogo con la oposición.
La reforma al Poder Judicial fue la más importante y la que, aun con todas las advertencias de los mercados internacionales y las preocupaciones de Estados Unidos, Claudia Sheinbuam avaló y hasta defendió cuando fue cuestionada por los medios de comunicación.
Los voceros del régimen, sin embargo, insisten en ponderar la figura de Claudia Sheinbaum y señalar que tiene personalidad propia como para dejarse mangonear por la figura autoritaria de un hombre como Andrés Manuel López Obrador.
Pero si todos los ejemplos dados a conocer líneas arriba no son un claro sometimiento de AMLO a Claudia Sheinbaum, qué esperan, entonces, que suceda para convencerse de que el macho de Palacio Nacional es el que, a unos diez días de que termine su mandato, continúa dando órdenes y dejando las condiciones idóneas para seguir manejando los hilos de poder desde su rancho en Palenque, Chiapas.
No lo ve quien de plano no lo desea, pero está más que claro que la primera mujer en ser presidenta de México está siendo minimizada e invisibilizada por su mentor político.
Y eso, desde luego, es una verdadera lástima.