Adriana Julieta sólo factura; amlo, el tirano del año

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

De dos temas trato de nuevo mi columna de culto: por un lado, de la empresaria Adriana Julieta Aguirre Pérez; por el otro, del “reconocimiento internacional que le acaban de otorgar a amlo desde Inglaterra. Corre video. 

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Con la empresaria emprendedora Adriana Julieta Aguirre Pérez ya todo se puede esperar: lo mismo que venda al Gobierno del Estado, en su calidad de proveedora, artículos de papelería, de limpieza, de pinturas, de ferretería, de medicinas, de preparativos de antojitos regionales, de bodas, de quince años y bautizos, de la preparación de “eventos” (del tipo de ceremonia del Día del Grito); vamos, si es necesario, la buena mujer les consigue un tren, un submarino, una nave espacial y todo lo que se les ocurra, pues no cabe duda que salió buenísima para esa clase de encomiendas. 

Así de multifacética es Adriana Julieta Aguirre, por lo que ya ha quedado claro que es la proveedora favorita del indirato, a pesar de que durante el gobierno de Mario Anguiano Moreno fue sancionada por la OSAFIG, con el aval del Congreso local, con una cantidad resarcitoria de más de un millón de lo que ella defraudó por un curso que nunca se demostró que se llevó a cabo, hecho por el que entraron en el mismo paquete gente como Jesús Chucho el Rata Orozco Alfaro y Raúl Pinedo Dávalos, a la sazón secretarios de Administración y Finanzas y de Seguridad Pública, respectivamente. 

Hay que aclarar que uno puede seguir su camino después de haber recibido alguna sanción por parte de alguna autoridad administrativa, como fue el caso de Adriana Julieta Aguirre; sin embargo, lo que resulta extraño es que, habiendo sido cogida con las manos en la masa, sancionada y expuesta ante la opinión pública en su oportunidad, esa misma persona se dedique precisamente a lo mismo, sólo que del otro lado de la mesa: ahora como proveedora; antes, como funcionaria, en su carácter de la que contrataba proveedores. Y, claro, no de una rama específica, sino en todo un universo, donde con la facturera del indirato todo es posible. 

Más nos asombra, aunque cada vez menos –con el indirato se ha ido perdiendo la capacidad de asombro—, que en una administración estatal que se define como “diferente” y, sobre todo, “transformadora”, se den estos casos con evidente olor a corrupción. A ver: es imposible que alguien como Adriana Julieta Aguirre actúe de forma independiente en la actividad de proveerle de todo cuanto necesite al Gobierno del Estado que encabeza Indira Vizcaíno Silva. Imposible no pensar que hay alguien más detrás de la que da la cara en negocios que se antojan turbios. Al final, Adriana Julieta sólo factura, pero hay otros más que llevan su tajada. 

Y, claro, como ya es costumbre, en el indirato nadie saldrá a aclarar cualquier cosa con respecto a esta y otras irregularidades que se le han encontrado al Gobierno del Estado, pues hay que recordar que en Colima se adoptó la omertá: esa ley no escrita que obliga a sus participantes a no declarar nada sobre temas que creen que sólo a ellos les atañe, como en la mafia siciliana. A la Gobernadora Altozano y sus compinches ya sólo les falta declarar, con un acentito del sur de Italia: “Esto es cosa nostra”.  

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Quién lo diría: igual que Luis Echeverría, en sus desvaríos mesiánicos de fin de sexenio, amlo deseó ser el ganador del Premio Nobel de la Paz del año pasado, galardón que se entrega en Noruega, no en Suecia, si bien se trata de dos países escandinavos, grandes seguidores de la democracia y la paz. Lo que nunca se imaginó el viejo inquilino de Palacio Nacional fue ganarse un “reconocimiento” que jamás hubiera esperado porque, en su acendrara demencia, nunca lo buscó ni mucho menos pensó obtenerlo: el de ¡Tirano del año 2022

La competencia estaba reñidísima para el populista macuspano, pues en la misma lista de candidatos al galardón se encontraban dictadores de la calaña del hijo de puta de Putin, de Rusia, que invadió Ucrania por sus puros pantalones; el de Corea del Norte, el siniestro Kim Jong-Un, dueño de vidas y honras de los 14 millones de norcoreanos; el sátrapa Daniel Ortega, que encarcela y asesina a sus opositores en Nicaragua, o Alí Jamenei, de Irán, entre otras finísimas personas que se padecen en el globo. Pues bien: a pasar de la dificultad para poder decidirse por alguien en particular, la elección favoreció a amlo. 

El Premio al Tirano del año 2022 (en inglés: Tyrant of the year 2022 named) lo da la revista digital Index on Censorship, que se encuentra en un país de gran tradición democrática como lo es Inglaterra, la que se dio a la tarea de llevar un seguimiento de los gobiernos del mundo que se caracterizan por su represión a los derechos humanos, especialmente a la libertad de expresión, habiendo sido seleccionado para el año recién terminado el de México, por “los altos niveles de violencia registrados, las agresiones a periodistas y activistas, así como el clima de impunidad que prevalece en el país”. 

El responsable de haber nominado a amlo como candidato al premio, Nik Williams, explicó lo siguiente: “La gran cantidad de votos para Obrador es testimonio de las amenazas estructurales a la libertad de expresión en México que lo han convertido en el lugar más peligroso del mundo para los periodistas, fuera de una zona de guerra”. La revista Index on Censorship destacó, además, la cercanía de amlo con los militares, la relación con el golpista Donald Trump, las señalizaciones en contra de mujeres, Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y la prensa nacional e internacional. 

Un premio, por cierto, que nadie en su sano juicio desea, pero que a México le tocó el “honroso” privilegio de recibirlo por el presidente que padecemos, cuyas acciones son conocidas en el mundo entero, para vergüenza nuestra. Como bien lo dice la citada revista británica, ojalá que amlo cambie su actitud para que en el futuro no tenga que volver a ser galardonado. Petición inútil, aunque de buena fe, pues el refrán lo dice muy claro: “árbol que crece torcido, nunca su tronco endereza”. O sea: el tabasqueño nunca va a cambiar; vaya: ya no tiene remedio. Lo perdimos desde hace rato.