POR Bibiano Moreno Montes de Oca
La historia de los tres sobres es poco conocida por las nuevas generaciones, pero de eso ya escribí la semana pasada. No obstante, creo que es conveniente hacer notar el contexto actual, cuando la gobernadora Indira Vizcaíno Silva, sin cumplir siquiera su primer año de desgobierno, ya abrió dos de los tres sobres, lo que en otras administraciones –aplicables lo mismo en lo federal que en lo estatal— se daba por ahí entrado el tercer tercio del sexenio. En este sentido, no hay duda que hasta en eso los cuatroteros no son iguales.
El ex titular del Ejecutivo saliente –repito: sirve a nivel federal o estatal—, como una forma de apoyar al que fungirá como su sucesor en el importante cargo, se tomaba la libertad de dejarle tres sobres en los que hacía sugerencias precisas a considerar cuando se presentaran disturbios políticos que requirieran apaciguar un poco las agitadas aguas. Así, en el trayecto de dos tercios del sexenio, el titular del Poder abría cada uno de los sobres, que venían numerados para ser abiertos en cuanto la ocasión se presentara.
De manera que, cuando estallara algún problema grueso en el que se necesitara tomar una decisión drástica, el interesado abría el primer sobre que simplemente decía en su interior lo siguiente: “Échame la culpa”. Por supuesto, el consejo sí que surtía efecto, pues al poder responsabilizar al anterior de todos los males del gobierno en funciones, el distractor serviría a las mil maravillas para que el pueblo bueno y sabio se entretuviera durante mucho tiempo con hacer –como se dice coloquialmente— leña del árbol caído, máxime si el gobernador o presidente nos caía más gordo que el más higadazo de la colonia.
Pasado el tiempo, y surgido un nuevo problema del calibre de un misil teledirigido en el desierto, el gobernante en funciones echaba mano del segundo sobre, el cual tenía la siguiente instrucción en su interior: “Haz cambios”. De nueva cuenta, con el cúmulo de rumores de todo tipo que traería aparejada la salida de varios de los funcionarios de primer nivel de la administración en cuestión, habría amplio margen para la especulación sobre las razones por las cuales X, Y y Z salieron como tapón de sidra de un gobierno que prometía la transformación, con el que vivirías más feliz y mamadas por el estilo.
Por tanto –insisto—, el tercero y último sobre se abría cuando el desmadre estaba en grande, donde el consejo decía: “Comienza a escribir tus tres sobres”. Por supuesto, ese consejo se seguía cuando el gobierno en funciones ya iba muy aventajado, generalmente en el tercer tercio del sexenio, donde las quinielas, apuestas, loterías y demás parafernalia ya estaba inmersa por querer saber el nombre del sucesor. Resumido, pues, ese es el contexto del uso de los tres sobres que se hereda al nuevo gobernante que, por regla general, sale con arranque de caballo de carreras y llegada de burro manso.
Bueno, eso era en el pasado. Hoy, sin embargo, ya vimos que en menos de un año la Gobernadora Altozano agotó los dos primeros sobres, es decir, muy rápido se acabó su escasa pólvora en infiernitos: primero, le echó la culpa de todo los problemas a Nachito Peralta Sánchez, lo que, en rigor, es cierto, pues sí es el responsable de la crisis en la que quedó sumido Colima al terminar su funesto sexenio; segundo, comenzó a hacer cambios en su chiquigabinete de vacilada, especialmente en la Secretaría de Seguridad Pública y en el Incode, los que se antojan innecesarios e insuficientes.
Me explico: se entiende que, por cuotas partidistas, se entregara la dirección del Incode a Sergio Jiménez Bojado, a la sazón presidente de Morena en Colima, con el que, al casi cumplirse el primer año de desgobierno, se le dio severo patadón, siendo sustituido por un deportista que debió haber llegado al cargo desde el principio. Como quiera que sea, en este caso se tomó una buena decisión. En cambio, la salida de Manuel Llerandi Ruiz no necesariamente es positiva, en virtud de que lo sustituye otro marinero que desconoce la zona conurbada con la mayor concentración habitacional de la entidad, sólo sabe de ordenar y de obedecer por su formación castrense, y militarizar la SSP no es sinónimo de eficacia.
De igual manera, los cambios hechos hasta el momento resultan insuficientes; de hecho, tendría que haber una poda general, pues no hay uno solo de los que forman parte del chiquigabinete de vacilada que se salve por sus muy escondidos atributos para desempeñarse en la administración. Repito: no hay uno por el que podamos decir: “¡Ah, ese cabrón es un chingonazo en lo suyo! Mis respetos para el güey”. No, ni madres, no hay nadie al que le podamos reconocer tantita capacidad, aunque sobran las inútiles amigas de la Indi que son buenas para subir selfies en las redes sociales, pasear a sus mascotas, entrarle al chisme, etcétera. Y, claro, de resultados, nada.
La revocación de mandato en 2024 posiblemente ni siquiera le dé oportunidad a Indira de escribir sus tres sobres; si acaso, redactará uno en cuyo contenido dirá: “¡Sálvese el que pueda!”