POR Jorge Octavio González
Partamos de la base de que, si alguien es señalado de actos de corrupción o de tener nexos con el crimen organizado, debe ser denunciado ante las autoridades correspondientes y sancionado de acuerdo a la gravedad de sus delitos.
Durante el sexenio de José Ignacio Peralta Sánchez, los detractores del gobernador y de su director de inteligencia, Efraín Medina Valenzuela, lo acusaron a éste de todo lo que quisieron: desde reventar casas y robarse todo lo que había en el interior hasta trabajar con uno de los cárteles de la droga en detrimento del otro.
Los que hacían esos cuestionamientos son los que ahora detentan el poder tanto en el gobierno del Estado como en el Congreso del Estado. Podría entenderse, hasta cierto punto, que en el sexenio pasado lo protegieran y archivaran todas las denuncias que podría haber en su contra. Es normal: cada gobernador protege a sus corruptos.
Pero resulta que los que acusaron a Efraín Medina hoy están en el poder y tienen las instituciones de seguridad y de procuración de justicia en sus manos. Si hay denuncias, acusaciones de nexos con los cárteles de la droga y de hasta secuestros y asesinatos que le achacan al ex titular de inteligencia, ¿por qué no estaban en la cárcel o al menos indiciado con carpetas de investigación?
Efraín Medina, como lo pudieron constatar en las imágenes que se difundieron de su camioneta, circulaba por todo Colima sin que nadie se lo impidiera; acudía a lugares públicos, tenía sus redes sociales activas y se reunía con sus amigos y hasta hizo un viaje a los Estados Unidos en donde le dieron un reconocimiento por su labor como policía en labores antiterrorismo.
¿Por qué, entonces, Efraín Medina podía hacer todo eso si era un delincuente? ¿Será que también él alcanzaba el pacto de impunidad que les brindó Indira Vizcaíno Silva a varios de los ex funcionarios de la pasada administración? Si a Nacho Peralta no lo pueden ni notificar en su domicilio, señal de que lo protegerán de cualquier juicio político, ¿también a Efraín lo iban a dejar tranquilo?
Muy corrupto, muy ratero, muy secuestrador, muy asesino, pero Efraín Medina no tenía ni un citatoria de la actual Fiscalía General del Estado de Colima ni de la Fiscalía General de la República que lo requiriera. Nadie lo está defendiendo, pero hay que ser justos y claros: si es todo eso, ¿por qué en este gobierno morenista de Indira Vizcaíno el ex director de inteligencia no estaba en la cárcel y podía pasearse por todo el Estado en su camioneta con su escolta, un ex policía estatal?
Indira Vizcaíno, en su show de stand up Diálogos por la Transformación, cuando se refirió al tema en ningún momento dijo que Efraín Medina tenía alguna denuncia penal o pendientes con la justicia; sólo se limitó a confirmar que fue atacado a balazos y que estaba recibiendo atención médica en esos momentos.
La indolencia y frialdad con que la gobernadora abordó el asunto dejó en claro que no es santo de su devoción; en ningún momento lamentó lo sucedido ni esperó pronta recuperación ni para Efraín ni para el escolta. Raro, desde luego, cuando siempre que hay oportunidad insiste en que todas las víctimas de violencia en Colima se deben tratar como víctimas, sin criminalizar ni juzgar su pasado ni sus actividades.
La duda que queda es: si realmente el ataque iba dirigido a Efraín Medina Valenzuela, como quedó claro en la serie de balazos que dejaron en su camioneta, ¿la orden la dio un grupo criminal o el propio gobierno? No sería la primera vez que el sistema desparece a alguien con información incómoda o recurre a los criminales, llamados en la jerga policiaca activos, para que les hagan el trabajo sucio.
Y ojo: ni será la última.