POR Jorge Octavio González
—Hoy, 7:50 de la mañana (del 20 de septiembre de 2022), no se puede decir que van a declarar zona de desastre, desliza el entrevistador de radio a la gobernadora.
—No hay por qué declarar zona de desastre, respondió, así de rápido, Indira Vizcaíno, minimizando la situación, para después pasar a otro tema totalmente diferente.
24 horas después la gobernadora de Colima reculó y, en el mismo programa en donde negó tajantemente que la entidad no estaba ni de cerca de declararse como zona de desastre, dijo que siempre sí.
¿Por qué el cambio de opinión? ¿La convencieron? ¿La regañaron? ¿Qué le dijeron para que Colima se declarara zona de desastre?
Indira Vizcaíno explicó que ellos, a través del Consejo Estatal de Protección Civil, harían la solicitud de declaratoria; esto quiere decir que no fue el gobierno de la República el que por su propia iniciativa pidió hacer la declaratoria, sino la administración estatal.
¿Qué implica que Colima se declare zona de desastre? Sencillo: la entrega de recursos millonarios del gobierno federal para que se destine a la reparación de los daños que previamente el propio gobierno del Estado cuantifique en el censo que hagan.
Más claro: el gobierno de la República entregará el dinero que pidan desde el gobierno del Estado para la reconstrucción de viviendas, escuelas, iglesias y apoyar a las familias que resultaron damnificadas por el sismo.
¿Hay un esquema de fiscalización para estos recursos que entregue la Federación? Ahí está el negocio y la felicidad de Indira Vizcaíno en cambiar de opinión en menos de 24 horas: NO. No hay ningún esquema de fiscalización para vigilar que el recurso enviado realmente se destine a la reconstrucción de infraestructura estatal.
Indira Vizcaíno es muy orgullosa y le pesa admitir que se equivoca y por eso casi nunca lo hace; pero es más ambiciosa y amante del dinero. Si alguien le explicó la dinámica para que el gobierno federal radique recursos millonarios a Colima, previa solicitud de la declaratoria de desastre, detallándole las cantidades que podrían llegar previo a la evaluación que ellos mismos hagan, a la gobernadora le importó un carajo su orgullo y le ganó la ambición y su amor por el dinero.
No le importó contradecirse; le valió un comino que tan solo 24 horas antes hasta le molestara que le sugirieran declarar zona de desastre a Colima, pues eso sería como admitir que el sismo y la crisis que desembocó la rebasó totalmente, como en efecto sucedió.
El sismo la rebasó; la crisis no la supo manejar. Sus funcionarios, más serviles que eficientes, no estuvieron a la altura de las circunstancias; ella no tuvo a nadie que le dijera lo que en realidad se tenía que hacer para salir del problema lo mejor posible. Indira Vizcaíno, en su soberbia y egocentrismo, creyó que su sola presencia en el gobierno del Estado bastaba para que todos los males desaparecieran como por arte de magia.
Nada más alejado de la realidad: Indira no ha sabido gobernar. La inseguridad está en su punto más álgido de todos los tiempos; las finanzas no las puede sanear; los corruptos no los ha querido meter a la cárcel porque la ayudaron a ganar; las organizaciones criminales la tienen en la mira porque no cumplió sus compromisos para que ella llegara a despachar a Palacio de Gobierno; no ha sabido defender la soberanía de Colima y no intenta siquiera que la Federación le dé más presupuesto por lo recaudado tan solo en el puerto de Manzanillo.
Y la cereza del pastel: el sismo del pasado 19 de septiembre fue la tumba que terminó de cavar en su carrera política. Si alguna esperanza tenía de colarse a un eventual gabinete de Claudia Sheinbaum, con lo pésimo que ha sido como gobernadora en los momentos de crisis se va a tener que ir olvidando de abandonar la entidad como es su objetivo.
Tendrá que irse cuando la revoquen en su mandato o cuando tenga que pagar las cuentas que dejó pendientes con sus patrocinadores.