POR Jorge Octavio González
No le mereció una sola palabra de empatía a la gobernadora Indira Vizcaíno el ataque a un bar en la ciudad capital, como tampoco los asesinatos y ejecuciones que se dieron en días posteriores; ni se diga un alto en el camino para condenar las muertes de dos mujeres, cuando un día antes, en el Grito de Independencia, dijo: “vivamos sin miedo”.
Ante el silencio cómplice por el atentado a La Sinvergüenza, la respuesta de la mandataria fue una defensa a las críticas del vestido que utilizó en la noche del 15 de septiembre: reconoció al diseñador colimense Carlos Pineda por “el hermoso vestido que me permitió que me acompañara anoche”.
¿Es en serio? ¿Los inútiles funcionarios de comunicación social no pudieron advertirle que un mensaje así de indolente tendría reacciones adversas, más que las que el propio vestido generó cuando salió al balcón de Palacio de Gobierno a dar el grito?
Las ejecuciones de dos mujeres el sábado 17, una de ellas adolescente, a Indira Vizcaíno le importó menos que su esposo, con el que ya ni vive; ese día la gobernadora prefirió irse al tercer Congreso Nacional Ordinario de MORENA, para cumplir con sus amigas de Movimiento de Regeneración Nacional y estar presente en el acto más vil y deshonesto, como fue la extensión de la permanencia de Mario Delgado Carrillo y Citlali Hernández como presidente y secretaria general, respectivamente, hasta el 2024 por aclamación de los consejeros nacionales del partido.
A Indira Vizcaíno le importó más ir a tomarse fotos con Claudia Sheinbaum, su verdadera jefa, que quedarse en Colima a revisar la estrategia de seguridad o, al menos, enviar un mensaje de condolencia a las familias que perdieron a un ser querido en esta ola de violencia y terror.
Un acto de partido fue más importante que la vida de colimenses, mujeres entre ellas, que no tenían por qué ser atacadas a balazos gracias a que la gobernadora incumplió los acuerdos con las organizaciones criminales para llegar a la gubernatura del Estado.
¿Qué dirían las familias de los más de 600 asesinados en lo que va de este año, más concretamente desde el 25 de enero cuando se desató la masacre en el CERESO de Colima, al saber que los caprichos de la mandataria de no cumplir con su palabra originaron esta ola de terror y violencia en la entidad? ¿Vale más una vida que más de 600?, fue lo que preguntamos hace unas semanas en esta columna.
Y ni siquiera fue buena para ordenarle a su mafioso y alcohólico vocero Gustavo Joya Cervera que saliera a dar una conferencia a dar una explicación de lo sucedido, no se diga a hacer un recuento oficial de los muertos en estos últimos días.
A la gobernadora no le interesa la gente, no le interesa Colima, no le interesan las mujeres; a ella sólo le importa su imagen y estar bien con la cúpula de MORENA a nivel nacional, pues tiene como opción irse a un eventual gabinete de Claudia Sheinbaum para no sufrir la humillación de ser revocada en su mandato por falta de confianza de los colimenses.
La cuestión es: ¿y si Claudia no gana?