POR Jorge Octavio González
El gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo puso en la frontera norte de los Estados Unidos a 10 mil elementos de la Guardia Nacional para cuidar que no pase fentanilo.
Entregó 29 capos de la droga de alto perfil para que fueran enjuiciados allá; el más importante y simbólico es Rafael Caro Quintero, acusado de torturar y asesinar al agente de la DEA Enrique Kiki Camarena, en donde, de acuerdo a los documentos desclasificados de las agendas estadounidense, también participó Manuel Bartlett Díaz.
Se han hecho decomisos de droga, arrestos masivos y confiscación de narcolaboratorios.
Y, aun así, el presidente Donald J. Trump impuso el 25% de aranceles a las exportaciones de México hacia Estados Unidos; para la Casa Blanca todo lo que ha hecho el gobierno de la República no ha sido suficiente como para considerar el retiro de los aranceles que, ciertamente, vendrán a ocasionar un problema económico al país.
El motivo principal del decreto para imponer aranceles a México es demoledor:
“Las organizaciones mexicanas que trafican drogas tienen alianzas intolerables con el gobierno de México”.
Esto puede traducirse en que, si bien la entrega de los 29 capos de la droga de alto perfil es un gesto de cooperación, en la Casa Blanca quieren a políticos con nexos con el crimen organizado encarcelados; esperan la detención de ex gobernadores, gobernadores en activo y ex funcionarios que, todo parece indicar, estuvieron en la pasada administración federal.
La respuesta de Claudia Sheinbaum, a diferencia de Canadá —aranceles del 25%— y China —aranceles del 10 al 15%—, es una concentración en el Zócalo de la Ciudad de México el fin semana; falta demasiado para que se llegue ese día, pero mientras tanto Donald Trump puede causar más daño del ya hecho.
Cierto es que, en lo que respecta a la figura del presidente de los Estados Unidos, ningún país ha sabido lidiar ni domarlo para que no haga y deshaga a su antojo; salvo al presidente de Rusia, Vladimir Putin, no se ve otro en el horizonte que le pueda provocar respeto y admiración.
Para Donald Trump todos los mandatarios del mundo, incluyendo a los de la Unión Europea, Latinoamérica y los BRICS, son unos incapaces que no tiene visión global; de ahí que haya sido el centro de atención del mundo entero desde el primer día que asumió el poder en su segundo periodo.
México, ante todo, no debe decaer ante los golpes del bullying que es feliz siendo temido; debe seguir cooperando con los Estados Unidos en materia de seguridad y migración, pero sobre todo tiene la oportunidad de una revisión del T-MEC en el 2025, lo que podría ser benéfico para las relaciones bilaterales.
Lidiar con un personaje como Donald Tump no es fácil; ahí están el ejemplo de Volodímir Zelenzky, el presidente de Ucrania que fue humillado y emboscado por los dos hombres más poderosos de Estados Unidos y el mundo, esto eso, el presidente y vicepresidente Donald Trump y JD Vance, respectivamente.
Darse por vencido y manifestar temor ante el gigante sólo tendrá como respuesta más humillación y golpeteo absurdo.
El mundo ya sobrevivió una vez a un primer mandato de Donald Trump; otros cuatro años puede seguir resistiendo.
Y México también.