POR Bibiano Moreno Montes de Oca
Mi generación y las que le siguieron han crecido sabiendo de la existencia de la revolución cubana, impulsada por unos barbones muy queridos en ese momento, pero a la postre convertidos en dictadores que sometieron a su pueblo por la friolera de más de ¡seis décadas! Hoy, en fotos que resultan históricas por captar el momento preciso de la decadencia del último de los tiranos de la isla, el “comandante” Raúl Castro salió huyendo por la vía aérea, junto con una hija, como la rata que abandona el barco que hace agua en medio del océano.
Los hermanos Castro, Fidel y Raúl, son conocidos como una especie retorcida y siniestra de Las señoritas Vivanco, aquellas viejecitas entrañables (interpretadas por doña Sara García y doña Prudencia Grifel en la pantalla grande) que eran unas hermanas ya entradas en años y ladronas de muy buenos sentimientos, todo lo contrario de los tiranos que hundieron en la miseria, el hambre y la absoluta falta de libertad de los cubanos, que al principio creyeron en la buena fe de unos bribones que ya traían su plan bien armado para perpetuarse por tanto tiempo. La única coincidencia con los cubanos es que son hermanos y están viejos.
La dinastía de reinado de los Castro sólo está atrás de la dictadura de Corea del Norte con más del siglo de permanencia y gobernada por tres generaciones al hilo, la última de las cuales representada por un ojetazo que le ha metido en la cabeza a sus súbditos que ese país fue creado a partir del gobierno del abuelo, como si se tratara de una especie de dios creador de todo lo que existe por allá. De hecho, el viejo (abuelo del actual dictador) hizo creer a sus gobernados –según una serie reciente de Netflix— que ni siquiera cagaba porque no tenía necesidad de hacerlo. ¡A ese grado de ignorancia se mantienen los norcoreanos!
El caso es que los hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz, con sus 62 años en el poder, no alcanzaron a completar el siglo que ya llevan los dueños de Corea del Norte, aunque no fue por falta de ganas, sino por la incomprensión de los cubanos que no saben apreciar ser gobernados bajo una tiranía en la que hay escasez de todo; en especial, de libertad para hacer lo que les plazca. Pero el domingo anterior, en un hecho histórico que no creímos llegar a ver nunca los que llegamos a simpatizar con una revolución que se consideraba modelo en Latinoamérica, los cubanos se hartaron de la escasez –sobre todo vacunas para el Covid19— y se rebelaron contra la feroz dictadura que los aplasta.
Igual que muchos jóvenes ignorantes que romantizaban el socialismo implantado en Cuba, a escasos kilómetros por mar de Estados Unidos, al principio defendía yo un movimiento que creí sincero. La admiración por la revolución cubana se reforzó, incluso, por la lectura –que en mi juventud fue imprescindible— de los libros de Eduardo del Río, alias Rius, que le dedicó tres volúmenes a la revolución cubana y su líder en diferentes etapas de su vida.
Así, Rius publicó los siguientes libros sobre el tema: el primero, Cuba para principiantes, una apología de la revolución y de su líder, Fidel; el segundo, Cuba libre, de plano una descarada propaganda de los barbones y su movimiento de exportación (y, obvio, de naturaleza anti gringa); el tercero, Lástima de Cuba (no confundir con Mea Cuba, autoría del cubano exiliado Cabrera Infante), el testimonio de un auténtico izquierdista decepcionado de la dictadura en la que devino la revolución cubana, igual que se desilusionó de los sectarios comunistas mexicanos el gran novelista José Revueltas.
Al movimiento anti dictadura cubana ya no lo detiene nadie: ni siquiera el títere que los hermanos Castro (Díaz-Canel) pusieron como encargado del negocio: así como en su momento la revolución ya resultaba imparable, el largo ciclo de los tiranos Castro de Cuba también llegó a su fin. Es posible que haya algún retraso en la evolución del proceso, pero al final de cuentas se impondrá la realidad: los cubanos podrán recuperar su libertad perdida, participarán en elecciones democráticas y ya no tendrán que huir de la isla hasta en latas de sardina –como el chiste— para dejar de sufrir hambre y represión.
No faltan los imbéciles que, desde sus lujosos teléfonos móviles creados por el capitalismo, lanzan vivas a la revolución de lejecitos, sin irse a Cuba a defender a los dictadores a los que se les voltearon los cubanos, pero esos son parte de la podredumbre infectada por la pedorra 4t que encabeza en México el vejete cabeza de pañal, que igual ya siente pasos en la azotea.
Como gritaban los revolucionarios engañados por esta versión ojetísima de Las señoritas Vivanco que azotaron Cuba por más de 60 años: ahora sí, ¡Cuba para los cubanos! Los Castro y sus simpatizantes, incluido el viejo amlo, ALV.
*Columna publicada el 14 de julio de 2021.