POR Bibiano Moreno Montes de Oca
Si algo de bueno tiene la Historia (así, con mayúscula, cuando se trata de la verdadera), es que a cada quién lo pone en el lugar que le corresponde. Y si bien se han escrito algunos libros que sólo tratan de refilón el suceso histórico que sacudió al estado de Colima a principio de la década de los 50 del siglo pasado, al final de cuentas todo quedó debidamente registrado en el libro La búsqueda de la modernidad y el regionalismo, tomo V de la Historia General de Colima, del historiador Pablo Serrano Álvarez.
Cualquier cosa que puedan alegar los descendientes de los protagonistas de hechos históricos puede ser aceptada como buena, siempre y cuando tenga base y sustento. No ha ocurrido así, empero, con los herederos de Manuel Sánchez Silva, conocido popularmente como El Marqués de la plata ausente, que sólo se han limitado a derramar bilis por todos los poros de la piel, aunque sin aportar un solo dato concreto —histórico— que avale sus dichos y arroje nueva luz a los acontecimientos ya conocidos.
El caso del camarazo de la década de los 50, que no fue otra cosa que el desconocimiento de la XXXV Legislatura local al gobernador del estado, general Jesús González Lugo, tiene su encanto. Y en virtud de que es un hecho histórico que poco conocen las nuevas generaciones, me voy a permitir en esta columna de culto resumirlo para documentar nuestro optimismo. Hago la debida aclaración que son datos que están avalados por el ya citado documento, en cuya edición participaron el gobierno de Carlos de la Madrid Virgen y el rectorado de Fernando Moreno Peña.
Todo comenzó con la llegada del general González Lugo al gobierno estatal (1949-1955), pues en el Congreso local se encontraban casi puros seguidores del ex gobernador Manuel Gudiño Díaz. Así, los ataques al gobernador no se dejaron esperar por parte de quienes veían en el titular del Ejecutivo el principal obstáculo para continuar con sus privilegios. Si eso le parece conocido hoy en día, nada más lea lo que sigue a continuación:
“Los ataques de la prensa local continuaron durante mayo y junio de 1950, encabezados por Manuel Sánchez Silva que, como secretario de redacción del periódico Ecos de la Costa, enderezó las baterías contra el gobernador y su equipo de trabajo, criticando la política impositiva que iba en contra de los inversionistas y empresarios agroindustriales, las reformas autoritarias en el seno del priísmo local, las corruptelas y lacras en torno a las obras públicas que González Lugo deseaba llevar a cabo, la imposición de ayuntamientos donde los adversarios políticos actuaban y el conjunto de iniciativas de ley que la XXXV Legislatura por algo rechazaba”.
Como era natural en ese tiempo, los desplegados de apoyo a favor del gobernador abundaban, si bien los ataques en su contra también subían de tono. Parte de un desplegado de apoyo de cetemistas colimenses a González Lugo pinta de cuerpo entero al que ya desde sus inicios en el periodismo pintaba para especializarse en el chantaje, lo que años después vendría a perfeccionar su heredero en el diario de Colima, Héctor Tacones Lejanos Sánchez de la Madrid. Un párrafo señala lo siguiente, respetando totalmente su pésima redacción:
“Aprovechando la libertad de imprenta que da usted (se dirige a Miguel Alemán, a la sazón presidente de la República) en su carácter de Primer Mandatario de la Nación, y justificando con esto su actitud extracción revolucionaria que es orgullo de México, el citado Sánchez Silva difama sin razón para esto, hemos elevado nuestra enérgica protesta ante el Director del periódico de referencia, adjuntando de la misma a usted un tanto…estamos informando una de las tantas lacras que tienen aquellos que se escudan en las Leyes protectoras de la libertad de expresión llegando a incurrir en el delito más grande que a nuestro juicio entendemos, como es la desorientación de la opinión pública ocasionando con esto, la intranquilidad de un pueblo…”
Los ataques al gobernador arreciaron al siguiente año, fecha en la que Colima estaba en ebullición por la sucesión presidencial que se decidiría en 1952. Los ataques provenían de los simpatizantes del henriquismo, que en la zona occidental del país contaba con muchos adeptos. Las fuerzas vivas de Colima (léase cámaras empresariales, centrales obreras, representantes del Congreso de la Unión), que estaban con González Lugo, atribuyeron los golpes a “gentes descalificadas” en una ocasión, y “a periodistas mercenarios” en otra. Sin mencionarlo, estaba claro que en la imaginación estaba el recuerdo de El Marqués.
Es en ese contexto que se dio el camarazo el 18 de marzo de 1951, cuando se publicó el decreto de la XXXV Legislatura local por parte del autoerigido gobernador interino, Francisco José Yáñez Centeno, que en ese momento era presidente del Poder Legislativo. El decreto 135 sostiene que la destitución del gobernador González Lugo se daba “por las responsabilidades oficiales en que ha incurrido”, pero sin especificar cuáles.
En términos generales, al gobernador González Lugo se le acusaba de corrupción y de favorecer a familiares, pero el historiador Serrano Álvarez hace notar que más bien se trataba de diferencias políticas “entre grupos y camarillas con el gobernador (las que) habían orillado al conflicto”. Dicho de otro modo: todo se reducía a la lucha por el poder en el estado.
En marzo de 1951 el problema se había solucionado, gracias a la intervención del gobierno federal que siempre reconoció como el único gobernador de Colima a González Lugo. No obstante, buena parte de participación en el arreglo del conflicto se debió a Jesús Otero Pablos, al que todo apunta como uno de los principales promotores de lo que devino en el camarazo. Pero el tipo era un perfecto vivales, pues esa posición de mediador la aprovechó muy bien para favorecerse y hacer favores a costillas del gobierno.
Un escrito de reconocidos colimenses, entre los que destaca la madre del clan de los Pizano Saucedo, es muy clara a este respecto: “En efecto, Otero Pablos se ha dado el lujo de expedir nombramientos a diestra y siniestra, como si él fuera el Gobernador de Colima. Quien guste empleo puede acudir al Hotel Occidental donde se hospeda y si es de filiación henriquista y participó en alguna forma en el camarazo, con seguridad de que es designado para el cargo que pretenda. Sánchez Silva se ostenta como el mandamás número dos y públicamente ha asegurado que no cejará hasta tener en la Administración pura gente afecta a él, para que las próximas elecciones de diputados locales, que se verificarán en julio venidero en esta Entidad, sean favorables a sus intereses políticos…”
En las elecciones federales de julio de 1952 participaron los partidos entonces registrados en Colima. Por lo que toca al Partido Nacionalista Mexicano, que aglutinó en ese tiempo a priístas descontentos no identificados con el henriquismo y sus corrientes, nombró como candidatos a senadores a Higinio Álvarez y José Cabrera Ahumada, y como diputados federales a Manuel Sánchez Silva y Enrique Brizuela Virgen. Sobra añadir que El Marqués perdió la elección.
Con la llegada de Adolfo Ruiz Cortines a la presidencia de la República, vinieron años buenos para el desarrollo de Colima, pues el gobernador González Lugo había llegado a un acuerdo político con el veracruzano desde que era el candidato del PRI. Para entonces las presiones al Ejecutivo se diluyeron y El Marqués, antes de concluir el sexenio gonzalezluguista, ya contaba con su propio periódico: diario de Colima, el referente por antonomasia del chantaje, la extorsión y la corrupción en nuestra entidad.
Lo curioso es que al término del fernandato, Tacones Lejanos Sánchez de la Madrid, en la mejor tradición familiar, estrenó edificio nuevo para el diario de Colima y una excéntrica mansión en la exclusiva zona norte de esta capital.
*Columna publicada el 6 de marzo de 2007.