Los mirreyes de la política mexicana

POR Luis Fernando Moreno Mayoral

Juan Pablo, actuando como mirrey

No es nuevo que los hijos de los políticos, acostumbrados a los privilegios que les dan sin esfuerzo alguno, actúen de forma inadecuada y metan en problemas a sus padres con sus desfiguros.

Juan Pablo Sánchez Gálvez, hijo de Xóchitl Gálvez Ruiz, fue exhibido afuera de un antro en la Ciudad de México comportándose como un auténtico mirrey, cayéndose de borracho y adoptando una actitud clasista, racista y discriminatoria en contra de personal de seguridad.

En Colima, por ejemplo, hemos padecido a los júniors de políticos y empresarios que, en los gloriosos tiempos del PRI autoritario y corrupto, se dieron vida de jeques árabes y pisotearon a todos los que quisieron con total impunidad.

Hoy un “honorable” médico oncólogo, aficionado a las películas de Rápidos y Furiosos, hace dos décadas se creía Dominic Toretto y gustaba de recorrer a toda velocidad calles y avenidas sin que autoridad alguna lo reconviniera; tan protegido se sentía por el poder que llegó a incumplir su palabra de hombre y se negó a pagar apuestas que hizo con gente dedicada al crimen organizado.

No está de más decir que fue amenazado por los malosos, pero nunca se cumplió porque el júnior después dejó esa vida de perdición, drogas y alcohol.

Otro más, hijo de un empresario de los medios, también era aficionado a la velocidad, ocasionando accidentes que dejaron a más de uno postrado en una cama sin poder trabajar por el resto de su vida; la misma autoridad le dio un patente de impunidad y nunca fue llevado ante la ley.

Pero no sólo era adicto a la adrenalina de montar autos y motos, sino que también era un violador serial que denigró y humilló a varias mujeres a las que nunca les respondió; tan protegido estaba en los tiempos priístas que, ante una denuncia que recibió, el MP tuvo la deferencia de ir hasta su casa a tomarle declaración, no al revés, como debe ser.

Después, como el médico oncólogo, se quiso reivindicar y montó un negocio que obtuvo contratos con ASIPONA por el tráfico de influencias de su padre y quien era en ese entonces el gobernador del Estado.

La justicia, en ninguno de los dos casos, se aplicó.

Es Colima, pues.

El video del segundo hijo de la candidata de Fuerza y Corazón por México, sin embargo, se inscribe en ese terreno donde los hijos de los políticos, por el solo hecho de serlos, creen tener permiso de actuar como se les dé la gana sin consecuencia alguna; esperan que la sociedad en general sólo los vea y baje la mirada cuando maltraten, golpeen, humillen y hasta asesinen a alguien porque sencillamente les cayó mal.

La actitud machista, clasista y racista del júnior, que tenía el cargo de coordinador nacional de la campaña juvenil de su mamá, le dio en la línea de flotación del discurso de Xóchitl Gálvez, que en gran parte se ha centrado en los señalamientos en contra de los hijos del presidente de la República por tráfico de influencias y enriquecerse al amparo del poder.

Cierto es que, por supuesto, todas las acusaciones que se han hecho en contra de los tres hijos mayores de edad de López Obrador, José Ramón, Andy y Bobby, deben ser investigadas a fondo y determinar si hay delito o no para deslindar responsabilidades.

Un sector de la comentocracia en redes sociales se quejó de la exhibición del video de Juan Pablo Sánchez, alegando que es guerra sucia y que no tenía por qué ser sujeto de escarnio entre la opinión pública.

Pero hay que ser realistas: si uno de los hijos de AMLO fuera grabado en circunstancias similares, desde luego que sería noticioso y los críticos del gobierno federal aplaudirían a rabiar.

La cuestión es que, cuando se trata del manejo de información, hay que ser objetivos y parejos: así como es un manjar un video donde un hijo del presidente cometa algún delito o confiese algo que sea cuestionable, también debe medirse con la misma vara a los hijos de los políticos de la oposición.

Los cuartos de guerra de los equipos de campaña están en todo su derecho de sacar a la luz imágenes y videos de sus contrincantes y celebrarlo, pero nosotros, como medios de comunicación, no podemos sólo sacar los de un lado y no los del otro.

Esta es la diferencia entre quienes hacemos periodismo y quienes trabajan para algún político: nosotros sí gozamos de plena libertad.

Y así seguiremos, pese a que los políticos del pasado, que cometieron actos de corrupción y asesinaron a sus contrincantes, se enojen y hagan berrinche.

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