POR Luis Fernando Moreno Mayoral
En el año 2021, cuando Mely Romero competía por la gubernatura del Estado, algunos de los operadores financieros de su campaña, que se dieron el lujo de contratar los servicios de influencers para que apoyaran a la candidata priísta, en menos de un mes dejaron de pagar porque recibieron la orden de ya no respaldar a quien de antemano perdería.
Lo mismo sucedió en la campaña presidencial del 2018, cuando José Antonio Meade, el peor candidato que pudo elegir el PRI para competir contra Andrés Manuel López Obrador, fue dejado a la deriva por el partido tricolor y el propio presidente Enrique Peña Nieto.
Casi al mismo tiempo que dejó de fluir el dinero del CEN del PRI y otras fuentes, Jorge Castañeda había revelado en redes sociales que los empresarios se habían desencantado de la candidatura del ex secretario de Desarrollo Social y decidieron ya no respaldar financieramente el proyecto.
El dinero en las campañas del 2018 y del 2021 dejó de llegar, pero no al inicio de la contienda, sino en la recta final; eso significa que en algún momento la cadena de custodia se rompió y se utilizó el dinero en otras cosas menos en las campañas políticas.
El caso de Mely Romero fue contundente: el mismo mes que un operador financiero presumía tener a decenas de comunicadores influyentes de internet bajo sus órdenes, también les comunicó que ya no habría pagos porque así lo determinaron “desde más arriba”.
Y es cierto: en un punto de la campaña, como sucedió con José Antonio Meade, hubo un pacto entre las cúpulas para dejar ganar a los opositores; los candidatos oficiales tuvieron que aceptar, a regañadientes, la determinación, pero tampoco hicieron mucho por rebelarse.
Lo anterior es el contexto para cuestionar la candidatura de Mely Romero Celis al Senado de la República: cuando la dejaron sola y a su suerte, perdió la elección y decidió regresarse a su rancho sin aparecer públicamente para defender a los colimenses del sistema que se acababa de instaurar
De ahí, por supuesto, el reclamo genuino de quienes sí estuvieron en la palestra cuestionando y siendo un contrapeso al poder; a muchos de ellos sencillamente los dejaron a un lado y a otros los atacaron para orillarlos a irse a otros partidos políticos.
¿Por qué, pues, lo sucedido con José Antonio Meade y Mely Romero tiene que ver con Xóchitl Gálvez Ruiz? Porque, al igual que los candidatos a la presidencia de la República en el 2018 y a la gubernatura de Colima en el 2021, la hoy abanderada de Fuerza y Corazón por México también ha sido abandonada por las cúpulas partidistas y no la están apoyando financieramente.
Y fue ella misma la que lo dijo, no un invento o rumor en redes sociales: Xóchitl Gálvez reclamó públicamente al PRI y al PAN de no estarla apoyando económicamente como se habían comprometido; el PAN de inmediato respondió con 80 millones de pesos, pero Alito Moreno reaccionó con molestia y dijo que no era necesario el reclamo ante la opinión pública.
Al parecer también el tricolor iba a dar una cantidad similar a la que dio Acción Nacional.
Pero Xóchitl Gálvez tiene razón: si no dice nada, el dinero no fluye. Y por más entusiasmo que haya entre sus seguidores y tenga las mejores propuestas para sacar adelante al país, sin dinero no se pueden hacer muchas cosas. Esa es la verdad.
Estamos en la antesala de ver la misma película que en el 2018: un pacto entre las cúpulas del poder para dejar ganar a la candidata del oficialismo y mantener una relación de colaboracionismo entre la oposición y el gobierno federal que entrará en vigor este mismo 2024.
La pregunta, en todo caso, sería: ¿se va a dejar Xóchitl Gálvez?