POR Luis Fernando Moreno Mayoral
La reciente propuesta que hizo Christian Torres Ortiz Zermeño a Leonardo César Gutiérrez Chávez de darle 64 mil pesos de liquidación por 31 años de trabajo pinta al rector de la Universidad de Colima como lo que es: un miserable burócrata que no tiene empatía por los trabajadores que estuvieron en la institución mucho antes que él.
El ex líder del Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad de Colima, SUTUC, ya respondió al generoso ofrecimiento que le hicieron a través de la Junta Accidental de Conciliación y Arbitraje: “Mi postura es FIRME: Los $64,000.00 que lo hagan ROLLITO y se lo acomoden. Buen provecho y felices fiestas decembrinas”.
Y para que no le quedara duda al rector de que sus palabras eran en serio, añadió días después: “El rector Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño, no es Honesto. Es Corrupto y RATA”.
Cierto es que, con esas palabras dirigidas al rector de la máxima casa de estudios colimense, no hay un ápice de oportunidad para reconsiderar el ofrecimiento que se le hizo para zanjar la denuncia por despido injustificado.
Porque, por supuesto, no son sólo los 64 mil pinchurrientos pesos por tres décadas de trabajo constante en la institución educativa, sino la negativa, también, de acceder al Fondo Social de Apoyo al Pensionado, FOSAP.
El desvío de recursos del FOSAP, debatido en los medios de comunicación en su momento, fue la bandera con la que Gutiérrez Chávez se levantó en huelga y la Universidad de Colima vivió una de sus peores etapas en su vida como institución; ahí se conoció la falta de humanidad de las autoridades universitarias y del gobierno del Estado ante una demanda legítima como es el dinero de las pensiones de los trabajadores universitarios.
Y aunque Christian Torres Ortiz Zermeño no tuvo nada que ver con el conflicto que derivó en el despido de Leonardo Gutiérrez Chávez, sí pudo dignificar su lucha con una liquidación acorde a los años de trabajo y el acceso al Fondo Social de Apoyo al Pensionado.
No lo hizo y, con ello, demostró no tener empatía ni humanidad; sólo hizo visible su cara más ruin, autoritaria y sinvergüenza con la que dirige los destinos de la institución educativa.
Pero tampoco es el rector más feminista que haya habido en la casa de estudios y no es cierto que en su periodo es cuando más maestros han sido despedidos por acoso laboral y sexual a alumnas y a mujeres trabajadoras.
Sí ha habido, ciertamente, algunos despidos; sin embargo, son los profesores que no tienen padrinos políticos ni son allegados a los ex rectores, que tienen a sus incondicionales en la U de C haciendo de las suyas sin que se les pueda reclamar.
Ahí está, como ejemplo, el caso de la alumna menor de edad del Bachillerato #1 que, de acuerdo a la manta que fue colgada en el edificio de la institución, fue acosada por un maestro, al que le exigieron que se fuera de Colima si no quería que esto pasara a mayores.
Trascendió, días después, un ataque armado a dicho profesor, pero la Universidad de Colima, como es opaca y no le gusta informar a la sociedad lo que sucede al interior, no emitió ni un comunicado al respecto; el rector prefiere pagar sumas de dinero a los medios de comunicación para que publiquen cosas bonitas como que los niños cantores de la U de C tuvieron una audiencia con el Papa Francisco y cantaron en el Vaticano y frivolidades de ese tipo.
Con un área de comunicación social atiborrada de burócratas que jamás pisaron una redacción de un medio de comunicación, es poco lo que podemos esperar en cuanto a transparencia y rendición de cuentas de la casa de estudios colimense.
Y así, la versión de un supuesto ataque armado a un maestro de la Universidad de Colima no podrá saberse si es verdad o no porque gasta millones de pesos para que los medios callen y oculten los escándalos al interior de la institución.