POR Jorge Octavio González
Si durante el rectorado de José Eduardo Hernández Nava se entregaron las becas universales Benito Juárez a la totalidad de alumnos de los bachilleratos de la Universidad de Colima, ¿por qué ahora, con el acomodaticio Christian Torres Ortiz Zermeño, se dan a discrecionalidad?
El #RelatoXpress, publicado ayer en estas páginas, es claro en cuanto a la denuncia de estudiantes de uno de los bachilleratos con más demanda de la casa de estudios: nadie de los directivos supo responderles por qué no les llegaría su beca, además de que los amenazaron con correrlos si hacían reclamos al respecto.
Cierto es que, como se ha promocionado hasta el cansancio, los programas sociales en este gobierno no tienen intermediarios; eso no significa que el dinero llegue directamente a los supuestos beneficiarios.
En Jóvenes Construyendo el Futuro, por ejemplo, algunos patrones piden la mitad del recurso a los que emplean en sus negocios; la condición es que no acudan al centro de trabajo y, a cambio, continúan en el programa durante el año que dura.
O ahí está lo que hizo Vladimir Parra Barragán cuando fungió como presidente de la Comisión de Gobierno Interno y Acuerdos Parlamentarios de la pasada Legislatura: simuló, a través del programa en cuestión, la contratación de más de 30 personas para que trabajaran en el Poder Legislativo, pero ninguno acudía y el dinero se quedaba con el hoy director de Ciapacov.
Si las becas Benito Juárez tienen otro tipo de reglas de operación tampoco en la Universidad de Colima lo han explicado a los alumnos; a lo más que llegan es a decirles que, si bien les va, a lo mejor en la próxima ya les llega el recurso.
Pero nadie es bueno para decirles cuál fue el motivo por el que sólo a poco más de 15 alumnos por salón del primer semestre les llegó la beca, en detrimento de los demás, muchos de ellos con excelentes calificaciones y con problemas en su economía familiar.
¿Y por qué, si con el anterior rector sí llegaba la beca a la totalidad de los alumnos del nivel medio superior, ahora no? ¿Qué tiene que ver que el rector Christian Torres Ortiz Zermeño esté subordinado a la gobernadora del Estado? ¿Tiene miedo a reclamarle?
¿Dónde está esa valentía que demostró cuando, en el sexenio de José Ignacio Peralta Sánchez, se dejó de pagar a la Universidad de Colima y emprendió una campaña de desprestigio en contra del ex mandatario y también interpuso denuncias ante la Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción y el Órgano Superior de Auditoría y Fiscalización Gubernamental del Estado de Colima, Osafig?
Lo único cierto es que es en este semestre, con Christian Torres como rector, que a muy pocos alumnos del nivel medio superior de la Universidad de Colima les llegó la beca Benito Juárez. Y que, para colmo, nadie de los directivos de los bachilleratos ni de más alto nivel, como el propio rector o el abogado Leobardo George Ocón, han salido a explicar por qué sucedió esto, si en los años anteriores sí se otorgaba sin problema alguno.
El rector de la Universidad de Colima está demostrando, con cada asunto que estalla, que no está preparado para enfrentar crisis ni solucionarlas; nada más se la pasa en medios a modo y evadiendo la realidad, como el maestro del Bachillerato #1 que fue amenazado por sobrepasarse con una alumna menor de edad.
EL BARRIL SIN FONDO
De todos los que podrían identificarse con el retrato escrito que hice ayer sobre un chayotero extorsionador, cínico troglodita, resulta que sólo uno se puso el saco; ciertamente el perfil encuadra con muchos, pero resaltó que el sujeto, un vulgar e ignorante metido a periodista, asumió que todo lo dicho sobre él es cierto y le enojó que no pusiera su nombre.
Y la verdad de las cosas, lo que más le dolió, es que no era tan popular como se creía; el tío creía que todos en Tecomán lo querían, que era venerado; el problema es que cuando le mostraron las mediciones que hicieron salió muy por debajo de lo esperado, esto a pesar del dinero que le metió a su campaña política y a lo que le metieron sus amigos de MORENA.
Con decirles que hasta Belisario Romero Sánchez tenía mejor aceptación que el barril sin fondo que tuvo la desfachatez de pagar por un narco-corrido para ser equiparado con los delincuentes que tanto venera.
Pero no hay que culparlo; ya sentía el hueso en la bolsa y aspiraba a codearse con los nuevos ricos de Colima, aunque su ignorancia e incultura se note a años luz.