POR Bibiano Moreno Montes de Oca
En los tiempos en los que era buscado el asesino serial Miguel Ángel Amaro Huerta, conocido popularmente como El Chacal, una vez le comenté a Jesús Antonio Sam López, a la sazón procurador de justicia del Estado, que existía mucha similitud entre el modo de operar de dicho sujeto con el personaje de la cinta norteamericana Cruising, misma que es estelarizada por el aún joven Al Pacino, que trabajó en 1980 bajo las órdenes de William Friedkin, que años atrás había sorprendido a todo mundo con la exitosa El exorcista.
Recuerdo que el procurador Sam López aceptó no haber visto esa cinta, pero en todo caso se ganó el rechazo de la comunidad homosexual colimense por unas declaraciones que fueron consideradas homofóbicas, igual que la cinta causó cierto escándalo en el momento en que se proyectó en los cines, pues retrataba de manera magistral la sórdida vida nocturna de la ciudad de Nueva York, en la que anda suelto un asesino en serie que se especializaba en ejecutar gays.
La captura del asesino conocido como El chacal me hizo recordar de nuevo la cinta, pues se trata prácticamente de la misma historia, salvo por el hecho de que Cruising es pura ficción llevada al celuloide y lo ocurrido en Colima es realidad. De cualquier forma, las dos historias parecen haber salido de la misma mente que refleja una parte que nadie quisiera que se conociera, pues la trama es de esas que causan escozor: el mundo de los homosexuales.
En su oportunidad, mi buen amigo Damarmo bautizó al asesino serial como El Miami vengador, eufemismo con el que evitaba tener que hacer alusión al nombre del bicho con alas y que es muy zumbador. Lo que me resultaba extraño era que mencionara la venganza, pero a la postre se trataba de un apodo que resultaba muy certero: Amaro Huerta actuaba de esa forma como una forma de venganza por lo que debieron haberle hecho a él en su infancia.
Es muy propio de asesinos seriales actuar motivado por los traumas que los atormentan desde la infancia. Así, todo asesino en serie arrastra con un pasado de maltrato durante la infancia, en los que se incluyen golpes del padre o de la madre, abuso sexual, violación y una vida promiscua, lo que trae como consecuencia un odio en contra de lo que se parece a eso que se padeció en la niñez. Por esa razón, los serial killers tienen como víctimas a prostitutas, en recuerdo de la propia madre que actuaba de tal forma delante de sus hijos.
El caso de El chacal no se sale mucho del patrón que observan otros asesinos en serie: se dedicaba a asesinar a homosexuales por algún daño que le debió haber causado alguno de ellos en su infancia o en su adolescencia, lo que marca de por vida a una persona para bien o para mal. Y es que si bien a muchos les tocó tener en su infancia padres o madres golpeadores, no por eso de adultos se tienen que convertir en unos sicópatas dispuestos a cobrarse venganza por todo lo que sufrieron en la niñez o la adolescencia.
El caso del que Damarmo bautizó como El Miami vengador es digno de estudio, pues se asemeja a una historia que parece haber sido trasladada del cine a la vida real. La cinta Cruising es la mejor prueba de ello: un asesino serial mata a homosexuales que se liga en los bares de la ciudad de Nueva York. Antes de asesinarlos, el sicópata atormenta a sus víctimas, quienes aparecen atadas y con huellas de tortura. El modus operandi de El chacal era el mismo en Colima: se relacionaba con homosexuales, se iba con ellos a sus casas o a hoteles, los torturaba y, por último, los mataba y abandonaba sus cuerpos en diversos lugares. Los robos que cometía eran circunstanciales, pues en el fondo lo importante para él era el privar de la vida a sus víctimas, como una demostración de poder sobre ellas.
De acuerdo a lo que se ha informado, El chacal ultimó a cuatro homosexuales durante el tiempo que operó en Colima; entre ellos, Jorge Ernesto Uruchurtu Rubio y Luis Eduardo Vázquez Montes, este último hermano del desaparecido gobernador Gustavo de los mismos apellidos. Lo raro del asunto es que habiendo tenido fama de eficaz como procurador, uno no se explica la razón por la que a Sam López se le haya escapado de las manos un asesino que tenía asolada a la comunidad gay local, pues eso le hubiera merecido una medalla más a su larga trayectoria de policía duro.
En retrospectiva, da la impresión de que la orden era no detener al asesino, sino sólo ahuyentarlo de Colima. Si así fue, se cumplió con eficacia la misión: la divulgación del retrato hablado de El chacal permitió que éste se desterrara de la capital, lo que significó un alivio para la comunidad gay que respiró aliviada. Sin embargo, haberlo alejado de Colima no era suficiente, pues el asesino en serie siguió con su endemoniada tarea en otros lados de la República Mexicana, hasta que finalmente cayó en tierras sinaloenses.
Repito: El chacal es un sicópata digno de un minucioso estudio sicológico, pue si bien sin tanto escándalo mediático como el de su colega El carnicero de Guerrero, se encuentra al mismo nivel del que tomó de modelo al perturbado asesino de la cinta La masacre en Texas para forjar su propia leyenda. Al final de cuentas, entre uno y otro lo que se puede asegurar es que en México también ya hay asesinos en serie, algo que antes sólo florecía en los países desarrollados.
Por cierto, volviendo a la cinta Cruising, vale la pena recordar que tuvo dos finales distintos, a cual más de ambiguos, pero uno de ellos resulta conmovedor por la forma en que se ve que sufre el personaje que interpreta Al Pacino: para detener el asesino serial se hace pasar por gay; sin embargo, cuando cumple con el objetivo, comienza a darse cuenta que también le gusta esa nueva vida, es decir, le duele hasta las lágrimas tener que aceptar —heterosexual, casado y con hijos— que también se está volviendo homosexual.
*Columna publicada el 20 de octubre del 2007.