POR Jorge Octavio González
A nadie sorprendió que Claudia Sheinbaum saliera arriba en las encuestas para ser la coordinadora de los comités de defensa de la cuarta transformación.
Pero en lugar de ser el centro de atención por haber “ganado” la preferencia de los ciudadanos, la discusión giró en torno a las declaraciones estridentes y denuncias de Marcelo Ebrard.
Ayer por la noche se hicieron varias mesas de análisis en distintos programas de televisión e internet y a nadie sorprendió que Claudia ganara el proceso interno, que más bien fue una burda simulación para favorecer a la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
En lo que más se enfocaron los analistas fue en el rompimiento de Ebrard con MORENA y López Obrador; apostaban para ver cuál sería el siguiente paso del ex canciller y si se iría de candidato presidencial por Movimiento Ciudadano.
Claudia Sheinbuam nunca entusiasmó, no levantó en las encuestas, fue gris en las giras y su tono de voz aburría a quienes iban acarreados a verla y a escucharla; será la abanderada de MORENA más cómoda para la oposición.
Pero AMLO quiso que fuera ella. ¿Por qué? Porque, en primer lugar, ella es hija política del presidente de la República; es obediente y jamás iría en contra de las determinaciones de su jefe ni cambiaría una sola coma de sus planes de gobierno.
López Obrador vio en Claudia a la candidata más a modo que puede controlar tras bambalinas: es servil, lo imita en todo, hasta en su voz; acude a los puestos de comida y come sin ganas.
Una bofetada a las feministas y a los colectivos de defensa de las mujeres que Claudia Sheinbuam se haya alineado a un hombre que despreció desde el primer minuto de su gobierno a las mujeres y a su causa.
En lugar de defender a las mujeres golpeadas y gaseadas en Palacio Nacional, Claudia Sheinbuam salía a defender a López Obrador y no se cansaba de gritar “¡es un honor estar con Obrador!
Ganó Claudia Sheibuam la encuesta del proceso interno de MORENA en medio de descalificaciones de Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal; del apoyo descarado de gobernadores morenistas con recursos públicos y con funcionarios que operaron a su favor, como el caso de Indira Vizcaíno y su subsecretario del Trabajo Francisco Javier Pinto Torres; con el apoyo de la Secretaría de Bienestar y las amenazas de los servidores de la nación a los beneficiarios de los programas sociales con que debían apoyarla si no querían perder la ayuda.
Un desastre, un cochinero, fue el proceso interno de Movimiento de Regeneración Nacional. Hasta el último momento exhibieron ser unos primitivos al impedir con la fuerza pública el ingreso al World Trade Center de Malú Micher, representante de Marcelo Ebrard, para atestiguar el conteo de votos de la encuesta; la senadora no se quedó callada y denunció la arbitrariedad y cobardía de Mario Delgado y Alfonso Durazo.
Hoy debe estar feliz y satisfecha Indira Vizcaíno, habida cuenta de que los más de 14 millones de pesos que envió a la campaña de Claudia Sheinbaum tras quitárselos a los trabajadores de confianza del gobierno del Estado sirvieron para fortalecer las trampas e irregularidades para hacerla ganar.
Debe estar feliz de enviar a sus funcionarios a operar a favor de Claudia porque hoy ya es la coordinadora de los comités de defensa de la cuarta transformación y será la candidata de MORENA a la presidencia de la República.
Y cree, ilusamente, que ya tiene impunidad garantizada.
Pero eso está por verse.