Claudia Sheinbaum, como en el viejo PRI; hasta la sangre dejó de correr

POR Luis Fernando Moreno Mayoral

La visita de Claudia Sheinbaum a Colima no se preparó uno o dos días antes del domingo 23 de julio; se planeó y consensó desde hace semanas y se trató de desactivar las bombas que estaban preparadas para estallar recién pisara la entidad.

¿La asistencia? No hay problema: decenas de camiones al servicio de la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México; se dio el pase de lista de cada líder de colonia a su gente para que estuvieran la mayor la cantidad posible.

¿Y los del gobierno del Estado? Todos fueron amenazados oportunamente con que tenían que ir, si no ya sabían que podrían no renovarles el contrato; allá ellos si no hacían caso a la amable sugerencia de sus jefes. La buena noticia para algunos es que este fin de semana no tuvieron que irse a Guadalajara a pegar propaganda a favor de la corcholata más gris, antipática y postrada ante el macho de Palacio Nacional. Ayer el evento fue en Colima.

¿El pozole? Sin problema: al final del mitin (o asamblea informativa, como les gusta disfrazar tramposamente a sus actos anticipados de campaña) se sirvió a todos los que tenían hambre.

¿Las manifestaciones? Se hizo operación política, aunque en el gobierno de Indira Vizcaíno no son nada talentosos. Se sentó en el presídium a los líderes del SNTE 6 y 39, José Jaime Núñez y David Hernández Viera, respectivamente, para dar la impresión de que el gobierno de Colima los toma en serio. Nada de eso: los maestros siguen siendo de segunda, pero los líderes sindicales se dejaron sorprender por subirlos a la tarima donde se sentó Claudia. Con tan poco se conforman.

¿Y el Sindicato de Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado de Colima? El comunicado que enviaron lo dijo todo: “Claudia Sheinbaum recibió el oficio de solicitud de rescate financiero, pero no se comprometió”.

Pero regresemos unos minutos atrás.

Martín Flores Castañeda se abrió camino para tener cara a cara a Claudia Sheinbuam; fue alertada por sus coordinadores en Colima, Vladimir Parra y Julio Léon, que estaba próxima a toparse con el líder sindical.

Claudia Sheinbaum se mostraba contenta, sorprendida, por la gente que le gritaba y le pedía fotos. Qué diferencia de otros lugares, donde no se utilizó todo el aparato del Estado para recibirla. En Colima se organizó el evento como lo hacían en el viejo PRI: todo en orden, todo en tranquilidad, para que la candidata no sufriera ningún contratiempo.

También hubo acuerdo con la delincuencia organizada: nada de muertos ni feminicidios ni robos ni extorsiones ni nada de eso que les gusta tanto. En domingo, cuando más se desata la violencia y se forman charcos de sangre, no hubo ningún altercado.

Los delincuentes cumplieron. Porque, cuando concluyó el evento de Claudia Sheinbaum, un sujeto fue asesinado en Villa de Álvarez, en la colonia Centenario, de varios balazos; en cuanto Claudia abandonó tierras colimotas la sangre volvió a su cauce. No se debe perder esa tradición.

Martín Flores y Claudia Sheinbuam estuvieron cara a cara; se saludaron con un efusivo abrazo, sonrientes. Vladimir Parra y Julio León también sonrieron; ese día Vladimir se olvidó cuando le gritó a Martín años atrás que era un corrupto. Ese día Vladimir era un corderito; tenía que sacar el evento adelante sin problemas.

Martín Flores le explicó la situación del IPECOL y cómo el presidente de la República se comprometió a ayudarlos. Claudia lo veía, pero no lo escuchaba; mientras Martín hablaba con el altavoz, Claudia miraba hacia otro lado, hacia alguien que le hablaba. Sonreía, pero no a Martín, sino a la gente; Martín hablaba y hablaba y Claudia sólo gesticulaba.

Dos míseros minutos estuvieron frente a frente Claudia Sheinbaum y Martín Flores Castañeda.

Claudia firmó el oficio que le entregaron, pero no dijo nada. Hasta Adán Augusto López Hernández, sólo para decirle que ese ya no era su problema, tuvo unas palabras para el secretario general del STSGE; incluso Marcelo Ebrard, en su oportunidad, se comprometió a resolver el asunto.

Claudia Sheinbuam sólo firmó y se fue a lo suyo: a hacer campaña. El problema de los trabajadores no es su problema; en todo caso es de la gobernadora Indira Vizcaíno, como se lo dijo el ex secretario de Gobernación.

En el templete, en la Calzada Galván, Claudia Sheinbaum habló media hora, 30 minutos. Martín Flores, después de que la ex jefa de Gobierno se despidió, todavía tenía esperanza de que en su intervención hablara acerca del problema que le plantearon.

Media hora de discurso hueco, repetitivo, sin entusiasmo, como el de una maestra que pretende adoctrinar a sus alumnos; habló de que es un honor estar con Obrador, de las pensiones para los adultos mayores, de Vicente Fox, de la importancia de que continúe la transformación de la vida pública, de Indira Vizcaíno.

¿Y del IPECOL? Nada. Silencio. Entre los sindicalizados se entusiasmaron cuando Claudia Sheinbuam comenzó a corear ¡ni un paso atrás! El problema, sin embargo, es que no se refería al grito de guerra del Sindicato de Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado, sino a un lema de ella, de su campaña, de su equipo.

Los trabajadores sindicalizados no fueron tema en su intervención; de la media hora que habló no les mereció un solo segundo. Para Claudia fue más importante mencionar a Indira Vizcaíno que al problema que enfrentan los trabajadores del gobierno del Estado. El STSGE no es tema de Claudia, no es tema de su campaña, no es algo que le importe.

Ahora ya la conocieron: Claudia Sheinbaum venía a placearse, a ser recibida con todos los honores, no a resolver problemas de nadie. Y vino como en los viejos tiempos del PRI: con todo el aparato del Estado a su servicio, incluida la obediencia de la delincuencia organizada, que sólo esperaron 10 minutos después del evento para retomar sus asesinatos.

Una cosa quedó clara: Claudia Sheinbaum estima en demasía a Indira Vizcaíno, pero al mismo tiempo desprecia a la clase trabajadora.

Terminó todo: ahora a comer el pozole a punto de echarse a perder.