POR Bibiano Moreno Montes de Oca
Continúo con el análisis a la segunda novela Caballo de Troya (en dos partes) de la trilogía del autor español J.J. Benítez, donde escribe sobre los últimos días en la vida de Cristo, a propósito de la cercanía de la Semana Santa. Corre video.
Caballo de Troya 2 / J.J. Benítez (IV)
Los diversos testimonios de la resurrección de Jesús (hechas por varones judíos y griegos, todos ellos tomados por honestos) pusieron nerviosos lo mismo a los romanos que a los miembros del Sanedrín, por lo que hablar sobre el tema fue objeto de sanciones hasta con la misma muerte. Fue entonces cuando los seguidores de Jesús tuvieron que salir de la ciudad de Nazaret, que ya se había convertido en peligrosa para todos.
Para cuando el mismísimo nazareno se apareció ante varios de sus seguidores y familiares, no había duda de que había resucitado al tercer día, tal y como lo había anunciado él mismo la víspera de su muerte, si bien queda claro que ya no era el mismo de antes, sino un personaje brillante, que no parecía humano, sólo reconocible por la potente y grave voz.
Cuando se apareció ante sus asustados familiares y seguidores, Jesús les dijo lo siguiente: “¿No es dije que los principales sacerdotes y dirigentes me entregarían a la muerte, que uno de vosotros me traicionaría y que resucitaría al tercer día? Entonces, ¿a qué tantas discusiones y dudas sobre lo que manifestaron las mujeres, Cleofas, Jacobo o el mismo Pedro? Y ahora que me veis, ¿qué vais a creer? Uno de vosotros todavía está ausente. Cuando os reunáis una vez más y sepáis con seguridad que el Hijo del Hombre ha resucitado, marchad para Galilea. ¡Tened fe en Dios! ¡Tened fe los unos en los otros! Así entraréis en el nuevo servicio del reino de los cielos. Permaneceré en Jerusalén hasta que estéis en condiciones de partir hacia Galilea. Os dejo en paz”.
En ese momento preciso el mayor de la NASA dice lo que sucede a continuación: “Y en una fracción de segundos –quizá en menos—, toda la figura de luz se esfumó, recogiéndose sobre sí misma, hasta que sólo quedó un punto brillante, blanco como el más potente de los arcos voltaicos, en el lugar que debía ocupar el supuesto ´cerebro´ del no menos supuesto ´hombre´ “.
En las paredes de las casas, como el grafiti de ahora, aparecían pintas en las que se apoyaba o se atacaba la resurrección de Jesús. A favor había una pinta que decía: El naggar no ha muerto”. (Cabe aclarar que naggar es como se describe en arameo al carpintero, aunque más genéricamente al constructor de casas, que era la actividad de José y sus hijos). Otra en contra señalaba lo siguiente: “Convalece en el lago, donde se ´aparecerá´ a rameras y bastardos”.
Por otro lado, como es de suponer, en Caballo de Troya 2 viene información sobre María que no dice ninguno de los evangelios reconocidos por la Iglesia Católica; entre otras, que se casó con José como a los 13 años de edad (él tenía 21), que sí tuvo relaciones sexuales con su esposo y que, por tanto, Jesús es hijo natural de ambos, no del Espíritu Santo. Vamos, María no era virgen cuando concibió a su primer hijo, a los que le siguieron otros más, que enumero a continuación:
*Santiago, nacido en la madrugada del día 2 de abril del año 3 antes de nuestra era.
*Miriam o María, nacida por la noche del 11 de julio del año menos 2.
*José, nacido en la mañana del miércoles 16 de marzo del año 1.
*Simón, nacido en la noche del viernes 14 de abril del año 2.
*Marta, nacida el 15 de septiembre del año 3.
*Jude o Judas, nacido el miércoles 24 de junio del año 5. (A causa de este embarazo María cayó enferma).
*Amos, nacido en la noche del domingo 9 de enero del año 7.
*Ruth, nacida en la noche del miércoles 17 de abril del año 9. (Fue hija póstuma: nació cuando su padre había muerto el año anterior).
En conclusión: fueron nueve hijos en total, producto del matrimonio entre José y María. O sea: Jesús tuvo ocho hermanos, que por supuesto no vienen de una mujer virgen.
José y María se casaron un marzo. Al morir el padre de Jesús, éste tenía 14 años de edad. El supuesto comerciante griego Jason describe así a la madre de Jesús, un retrato que ningún evangelio da a conocer ni por asomo:
“Paso a paso, por lo que fui captando y por lo que recogí de cuantos la rodearon, llegué a la conclusión de que María era una mujer alegre. Inasequible al desaliento. Con una envidiable fuerza vital y una libertad de mente que la obligaba a expresar sus sentimientos y opiniones abierta y limpiamente. Sin tapujos. Sin rodeos. Sin hipocresías. En oposición a José, la Señora llevaba en los genes lo que hoy llamaríamos ´sentido liberal de la vida´. Su libertad era esa: ´respetar todas las creencias y credos´. Pero también era terca y obstinada. Esa postura la conduciría a más de un disgusto. En especial durante la juventud de Jesús”.
La anunciación del nacimiento de Jesús la hizo en sueños el arcángel Gabriel a María, pero también a su prima Isabel. A José también se le dio a conocer en sueño tal acontecimiento, pero queda claro que no fue obra del Espíritu Santo, sino fruto de la unión carnal de sus padres.
Cuando se dio la orden de asesinar a los niños que hubieran nacido por esas fechas, por instrucciones de Herodes, María y José fueron a visitar a su prima Isabel. En el camino es cuando se dio el parto, en el establo de una posada de la aldea de Belén, donde no había seguidores ni reyes ni nadie que fuera a adorar al llamado Hijo de Dios. El nacimiento ocurrió, por cierto, a las 12 horas del día 21 de agosto del año 742 del calendario de Roma. Lo del 25 de diciembre es una historia retomada de una pagana en la que se veneraba el nacimiento del sol, que con el tiempo la Iglesia Católica adaptó a su favor en los tiempos del emperador Constantino.
Casi para concluir la novela, el mayor Jason y Eliseo descubren algo que se habían temido desde tiempo atrás por varias manifestaciones que se producen en sus cuerpos, aunque sin querer darle mayor crédito: los viajes o saltos en el tiempo comienzan a traerles consecuencias: se acelera su envejecimiento, de tal suerte que cada año de vida de ellos equivale a diez años normales.
Tal fatalidad empuja a los dos pilotos a tratar de tomar una decisión en la que podrían quedarse por más tiempo en la era después de la muerte de Jesús, a fin de conocer más de cerca sobre su vida y los milagros que hizo en el tiempo anterior a su llegada a Jerusalén y ser juzgado y asesinado en la cruz. Pero de esa decisión sólo se podrá saber más en la tercera parte de la saga de Caballo de Troya, de la que escribiré más adelante.