POR Bibiano Moreno Montes de Oca
La Gobernadora Altozano, desde su llegada –en mala hora— al poder, se ha mostrado insensible al dolor que le causa a los colimenses el crimen organizado con sus ajustes de cuentas por las ensangrentadas calles a plena luz del día. Al principio, enferma de soberbia, la masacre dentro del CERESO de Colima, donde murieron nueve internos y hubo un número similar de heridos, la cual resultó el detonante de la violencia incontrolable en toda la entidad desde hace poco más de un año, la mujer tuvo el cinismo de calificarla de un simple “incidente”.
Pues bien: ese “incidente” ya debe andar por los mil muertos en Colima, entre los que se supone pertenecen a grupos contrarios del crimen organizado que pelea a sangre y fuego –literalmente— una plaza que cree le pertenece, además de los daños colaterales que son causa de mayor tragedia para sus deudos, como es el caso más reciente y que es la mejor prueba de la impunidad en la que la muerte tiene permiso: el asesinato a mansalva de Jorge Alberto Torres Rolón, un joven estudiante de la carrera de Mercadotecnia de la Universidad de Colima, oriundo del municipio de Villa de Álvarez.
El asesinato del estudiante de 24 años de edad, que además era integrante del equipo de futbol americano Jaguares, lo que demuestra que era un joven sano y buen hijo, ha causado una gran indignación no sólo entre los villalvarenses, sino en la entidad entera, pues es muestra más que evidente de la incapacidad, la ineptitud y la irresponsabilidad criminal de un gobierno fantoche que vive de las puras apariencias, pero que en los hechos es el peor de cuantos han pasado por Palacio de Gobierno en por lo menos un siglo.
En las redes sociales circuló el mensaje de la desconsolada madre del muchacho, Mony Rolón, que prometió a su extinto hijo que se encargará “de exigir justicia”. Pero ¿acaso podrá encontrar justicia de un gobierno corroído por la corrupción, la frivolidad, la banalidad y el valemadrismo de ignorar todos los reclamos de los colimenses, ajenos a los acuerdos –incumplidos— con el crimen organizado? No es el primero de los daños colaterales que cimbran a la sociedad por la impunidad que encierra, pero sí uno en el que la gente de bien ya se le agotó la paciencia ante una ola de violencia que el indirato es incapaz de detener.
Este crimen indigna, como también es causa de coraje y rabia el asesinato del joven repartidor de mariscos de la marisquería Veracruz, que lo único que había hecho fue hacer el papel que le corresponde a las ineptas policías, la Marina, el Ejército y la Guardia Nacional: persiguió al sicario que lanzó al negocio una granada con toda la intención de causar daño, lo alcanzó, le puso una paliza, junto con otros compañeros, y lo entregó a la inútil autoridad para que actuara. ¿Qué fue lo que sucedió? Lejos de haberle dado la debida protección por la inminente reacción que causaría su acción justiciera, el joven fue abandonado a su suerte por el miserable mini fiscal Bryant García Ramírez.
Más atrás, una hija de nuestro desaparecido compañero y colega Jorge Alberto Ruiz Chávez fue asesinada junto con un amigo que también era maestro. Fue un evidentísimo daño colateral que indignó profundamente a los colimenses, pues no había manera de culparla de algo ilegal, como ha sido la perversa pauta de las ineptas autoridades para justificar su incapacidad de resolver los casos que se les presentan a cada rato. Los muertos diarios son, en promedio, tres al día, aunque en el panteón municipal de la capital del estado se prestan entre cinco y seis servicios diarios (es decir: el doble), los siete días de la semana.
No se olvida el cruento asesinato de una mujer, en calles villalvarenses, cuyo pequeño hijo fue mudo testigo de la barbarie con la que actúan los asesinos al servicio del crimen organizado. El niño, en el terrible momento de ver caer abatida a su madre, toda ensangrentada (sangre que salpicó su ropita), corrió hacia una reportera que, en su indescriptible dolor, debió haberla visto como un ángel de la guarda salvador y real. ¿Hubo algún gesto de empatía, de solidaridad, hacia ese pequeñín por parte de Indira Vizcaíno Silva? Las nieves eternas que existen en el Polo Norte son más cálidas que el endurecido corazón de esta miserable mujer que tenemos de gobernadora.
La impotente indignación es frustrante: en el Gobierno del Estado le apuestan al olvido. Las cosas suceden, pero a los que pertenecen al indirato los obliga a hacer mutis el código de la omertá. “Es cosa nostra”, dicen, cínicos, como si fueran parte de la mafia siciliana. Bueno, hay que cobrarles todas juntas muy caro a estos cuatroteros en las elecciones del 2024, adelantándole a Indira la revocación de mandato cuando ya no tenga una abyecta mayoría en el Congreso del Estado.