POR PXPress
EL TABASQUEÑO LÓPEZ OBRADOR ES EL PRESIDENTE más atacado en México, después de Francisco I. Madero, pero hay que entender que también ha sido el peor de todos los que le han precedido, desde hace más de un siglo, al coahuilense al que se conoce como “apóstol de la democracia”. Veamos: es el único que se quedó en el pasado (hace medio siglo), cuando México estaba en su mejor momento por la producción petrolera en tiempos en los que ese combustible fósil era fundamental para la movilización de todo tipo de vehículos, tanto de tierra, mar y aire. Aunque la OPEP estaba en manos de los árabes, que son aún los productores de petróleo más poderosos del mundo, el país mexicano no pertenecía a esa organización por temor a Estados Unidos, pero también por razones estratégicas. Hoy el petróleo es un combustible en vías de extinción, pero amlo se quedó en los tiempos en los que Pemex era una poderosa paraestatal que –auguraba más tarde López Portillo— nos convertiría en ricos a los que sólo nos tocaría saber administrar la abundancia. O sea: el macuspano es un reverendo retrógrada que mira hacia el pasado, cuando su vista tendría que estar fija en el futuro. Lo hizo también con el tema de la pandemia, cuando sus primeras reacciones ante esa crisis sanitaria mundial eran las de enfrentarla con supercherías propias de la Edad Media, como estampitas de santos, tréboles y demás parafernalia. En gobiernos anteriores se llegó a declarar casi héroe a dictadores de la talla de Fidel Castro, pero eran los tiempos de guerra fría en la que influía mucho la ideología izquierdista dictada por los zares de la extinta URSS. Poco antes de que Jolopo declarara la idiotez: “lo que le hagan a Cuba, se lo hacen a México”, Echeverría recibía en nuestra nación con todos los honores a un mediocre Salvador Allende, cuyo gran “mérito” era ser izquierdista y ser bueno para el rollo mareador. La categoría de mártir le llegó con el golpe de Estado dado por el matón Pinochet, que en nada se diferencia del cubano que ha extendido su reinado por más de 60 años. La diferencia es que Pinochet se fue en un proceso democrático y no se aferró al poder, como lo hacen los populistas del mismo grupo del que formaron parte el de Cuba y el de Chile. En este sentido, fiel a la tradición de la izquierda –mejor: izmierda— antidemocrática, corrupta y autoritaria, el inquilino de Palacio Nacional se ha alineado con los dictadores bananeros de la región, entre los que se hallan el cubano Díaz–Canel, el nicaragüense Daniel Ortega y el venezolano Nicolás Maduro, todos ellos sátrapas pertenecientes a una estirpe de asesinos, rateros y violadores de los derechos humanos. Claro, las simpatías de amlo también están con el hijo de puta zar de Rusia, Vladimir Putin. No por nada, el mesías tropical fue seleccionado por una revista londinense de gran tradición democrática como Tirano del año 2022, habiéndole ganado la partida a varios de su misma calaña, como el de Corea del Norte y el propio Putin, lo que a nivel internacional le da a él en lo personal un buen estatus, aunque para México es causa de pena ajena. Y ya para terminar, resulta que, magnánimo, como todos los de su especie que quieren que se les recuerde por su generosidad, dijo que vetará la ley en la que Morena (su juguete) busca incrementar las multas a los que insulten al presidente, como todo un perdonavidas al que ahora hay que quedarle eternamente agradecido. Sí, en efecto: posiblemente sea López Obrador el presidente más atacado, pero eso es porque también es el más imbécil de todos. En esto último, cierto, nadie le regatea el mérito.