Un thriller efectivo del casi olvidado Jim Thompson

POR Bibiano Moreno Montes de Oca


La novela negra Los timadores es de esas obras que resultan desconcertantes para el lector, por decir lo menos, al contar con un final abrupto e inesperado, muy digno de lo que se da en llamar otra vuelta de tuerca. El autor de la historia, Jim Thompson, es uno de los escritores que no fue muy valorado en su momento en su país. Y no fue sino hasta que lo reconocieron algunos países europeos (España, Francia, Italia) cuando en Estados Unidos le hicieron justicia, relanzando su obra completa, que no es poca. 

El final de la novela, repito, es desconcertante, pues también es todo un caso edípico que se convertiría en una de las delicias del gran sicoanalista Sigmund Freud. Y es que, como lo recuerda el Complejo de Edipo, la historia gira sobre la relación entre una madre dura y un hijo que la detesta por haberse desentendido ella de su vástago en los años en los que él más necesitaba del cariño maternal. Pero en buena medida no todo es su culpa, pues ella se embarazó a los 13 años y tuvo a su hijo a los 14 años de edad. 

Como es natural, una madre tan joven –que bien podría pasar por su hermana mayor— no tiene la capacidad para hacerse cargo de un recién nacido. Con todo, el chico crece en el desamor y en plena adolescencia abandona el hogar. No se vuelven a ver madre e hijo hasta cuando Roy Dillon cuenta con 25 años y su madre Lily anda en los 39 años de edad, joven y bella aún, aunque ahora dedicados ambos al timo, si bien lo de ella ya es la estafa de altos vuelos. Y ya es capaz de todo, incluido lo impensable. 

La historia se desarrolla, pues, con un Roy Dillon de 25 años y una Lily de 39. El arranque de la novela inicia precisamente cuando el joven, al intentar hacerle un pequeño timo al dependiente de una tienda, recibe un brutal golpe en el estómago con un bate de béisbol que lo deja para el arrastre. El golpe es demoledor, pues de no ser porque aparece en escena su madre Lily (ella vive en Baltimore y él en Los Ángeles) y se encarga de enviarlo al hospital para que lo atiendan, en pocos días habría muerto por las heridas internas. 

A regañadientes, Roy Dillon acepta la ayuda de su madre, que durante tantos años se desentendió de él, pues desde 20 años atrás trabaja para un sádico mafioso que es el que controla las apuestas clandestinas de las carreras de caballos por una vasta región de Estados Unidos, donde ella hace por su cuenta y riesgo pequeñas trampas que le reditúan en lo personal buenas ganancias. Lo hace muy bien, pues si se llegara a enterar el mafioso jefe que le están haciendo trampa en sus negocios, Lily y cualquiera de los que trabajan para él no viviría para contarla. 

De hecho, hay una escena previa que describe Jim Thompson sobre el castigo que les infringe el mafioso a los que le hacen alguna jugarreta: la víctima es golpeada con un puñado de naranjas envueltas en algún trapo, lo cual causa un efecto semejante al de una inyección de yeso, sin dejar marcas. Sin embargo, en una de esas veces en las que el tipo está de buenas, en lugar de castigar a Lily con ese sistema, sólo por sospechar que le robaba dinero, se limita a marcarle el brazo con un encendedor al rojo vivo, como el de los autos. 

Por su parte, Roy Dillon realiza pequeños timos que, sin embargo, le han permitido acumular una aceptable fortuna, lo que significa que en una década más tendría dinero suficiente para retirarse a vivir de sus rentas (apenas a los 35 años de edad). Pero mientras eso ocurre, él realiza su delictiva profesión camuflada con la de vendedor de productos puerta por puerta, en la que también es efectivo. Por eso es que llama la atención del representante de una gran empresa, que le ofrece el empleo de jefe de vendedores con un salario superior al que tiene como trabajador independiente. 

La oferta no es mala, pero lo cierto es que Roy Dillon está interesado en sus timos que realiza con cualquier gente con algunos juegos que se acostumbraban por las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, que en la actualidad serían unas rarezas o ya ni existen. La novela es de 1985, pero su historia transcurre más atrás, pues se refiere a unos juegos que solamente los jugadores profesionales recordarán. Como sea, al timador Dillon se le daba muy bien despelucar a los incautos, lo que hace lo mismo con unos pasajeros de un tren que con el encargado de un local de venta de alimentos y bebidas, donde es pescado por un sujeto que es como una especie de inspector. 

El jovenzuelo sostiene una relación con una mujer, Moira, que es mayor que él, pero bella, con un gran parecido a su madre Lily. Vamos: cuando la tal Moira intenta robarle el dinero que Lily ha podido acumular a lo largo de su carrera delictiva, unos 130 mil dólares (que valen mucho más que los 130 mil de hoy en día), la tía es asesinada, lo que la madre de Roy Dillon aprovecha para hacer creer que la que murió es ella, lo que le daría la oportunidad de desaparecer de la escena para siempre y de disfrutar su fortuna. 

Durante su permanencia en el hospital por el golpe recibido en la panza, Dillon entabla una buena relación con la enfermera Carol, una joven judía que es vista con cierto desdén por sus demás compañeras, pues no habla de manera fluida el inglés, pues su origen es europeo. Vamos: ella vive con sus tíos judíos, llegados al país antes de la persecución de los nazis contra los israelitas al iniciar la Segunda Guerra Mundial. Eso era algo más común por las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, que es cuando transcurre la trama. 

La joven enfermera Carol podría ser la pareja perfecta de Roy Dillon, pues hasta la madre de aquél, Lily, la ve con buenos ojos; tanto así, que le sigue pagando para que cuide a su hijo en el resto de la convalecencia en el hotel en el que él se hospeda. Por cierto, ninguno de los personajes centrales (madre e hijo) tienen una casa propia: siempre lo hacen en hoteles, dando por sentado que los timadores como ellos ni siquiera merecen contar con su propia vivienda. 

El caso es que la novela tiene un final de vuelta de tuerca que no se parece al de la película que se realizó en base a la novela en 1990 del propio Jim Thompson, donde la actuación de Anjelica Huston, en el papel de Lily, es superior al que le valió un Óscar en 1985 por su interpretación del filme dirigido por su padre, John Huston, titulado El honor de la familia Prizzi.  

Como quiera que sea, Los timadores es una novela cruda que vale la pena por ser un buen ejemplo del género negro creado por autores gringos.