POR Jorge Octavio González
Todo comenzó cuando un sujeto, el mensajero de los grupos criminales, envió una advertencia a un negocio de mariscos de la ciudad de Colima; aunque sea una vergüenza admitir esto, es lo que pasan muchos pequeños comerciantes a lo ancho y largo del territorio colimense.
Envalentonados, desde luego por la adrenalina del momento, los trabajadores del negocio se pusieron de acuerdo y persiguieron en sus motocicletas al tipo que minutos antes había lanzado un artefacto explosivo: la advertencia.
Lo alcanzaron en la Avenida Niños Héroes, lo pararon y a punta de golpes lo tumbaron; en el suelo continuaron propinándole una paliza, diciéndole toda serie de improperios por haberse atrevido a tanto. Cuando se desahogaron, lo entregaron a la policía, que lo remitió al Ministerio Público.
A partir de aquí el asunto se tornó turbio por la desinformación en las redes sociales y la incapacidad de la Fiscalía General del Estado de Colima por proporcionar certidumbre en el manejo del caso.
La noche de ese día, el viernes 3 de febrero, unos sujetos asesinaron a un joven en un puesto de hotdog; de inmediato las especulaciones en los grupos de whatsapp no se hicieron esperar y algunos aseguraron que era uno de los jóvenes repartidores que habían golpeado al mensajero.
Y para eso se corrió la especie de que el mensajero, el sujeto que lanzó el artefacto explosivo, había sido puesto en libertad. El homicidio del joven esa misma noche y el rumor de que el tipo golpeado había sido liberado, dio pie a que un canal de youtube dedicado a hablar del crimen organizado asegurara que, luego de haber sido puesto en libertad, el sujeto que tiró la granada al negocio había ido a buscar venganza y mató al joven en el puesto de hotdog.
La historia era verosímil, por supuesto: todo encajaba para que los hechos hubieran ocurrido así. El único problema: no era cierto. Ni el sujeto que golpearon los repartidores del negocio de mariscos fue puesto en libertad ni el joven asesinado en la noche era parte de los empleados que dieron persecución al mensajero y participaron en la paliza. Aquí los únicos responsables de que nadie parara las especulaciones fueron los inútiles de la Fiscalía General del Estado, que comenzaron a desmentir la especie demasiado tarde.
¿Pero qué creen? Ayer martes sí hubo un suceso encadenado al explosivo colocado en el negocio de mariscos. Por la tarde, en la ciudad de Colima, un repartidor de mariscos fue acribillado por un sujeto cuando se disponía a hacer una entrega.
Esta ocasión sí era verdad: sí se trataba de un repartidor del negocio de mariscos atacado el pasado 3 de febrero. Venganza, desde luego. No era necesario que pusieron en libertad al tipo que dejó la advertencia; quienes lo enviaron identificaron a los que participaron en la golpiza y ya comenzaron a vengarse.
El problema, sin embargo, son las autoridades. ¿Acaso a nadie se le ocurrió que, después de haberse difundido la golpiza que le propinaron al tipo que lanzó el artefacto explosivo, quienes lo enviaron no iban a tomar represalias? ¿En serio tan imbéciles son en la Fiscalía de Colima? ¿Tan inútiles? ¿Igual que el bueno para nada y sinvergüenza del mini fiscal Bryant Alejandro García Ramírez?
Ya mataron a uno. ¿Cómo creen que estarán los demás repartidores que participaron en la golpiza? A nadie le queda duda que irán por ellos. La pregunta, en todo caso, es ¿qué va a hacer la autoridad para que no ajusticien a otro repartidor más? ¿Qué?
Parece que García Ramírez es un mentecato y cobarde que lo último que le interesa es la sociedad colimense.
Y por cierto: el joven asesinado no era un repartidor más; era ni más ni menos que el hijo del dueño del negocio de mariscos.