POR Bibiano Moreno Montes de Oca
El desplegado dirigido a amlo por 180 periodistas –al que se agregaron algunos académicos— de todo el país, incluido Colima, en el que protestan por el ambiente de odio que generó que sicarios del crimen organizado llevara a cabo un atentado en contra de la vida del conductor de TV Ciro Gómez Leyva –que falló, por fortuna, gracias a que su vehículo está blindado—, ha tenido puntual respuesta por parte del viejo enfermo de rencor y resentimiento que habita el Palacio Nacional. Así, en su estilo autoritario, autócrata, soberbio, egocéntrico y dictatorial, el macuspano los descalificó al acusarlos por parejo: “son los mismos”.
El senil anciano charlatán se ha inventado una retórica en la que todos los que no lo adulan, no lo adoran ni le rinden pleitesías, especialmente en el caso de los periodistas, es porque perdieron sus privilegios que tenían en el pasado, con los regímenes prianistas que antecedieron a la 4T. Ciertamente, en la extensa lista de comunicadores hay algunas impresentables vacas sagradas –más bien: cacas sagradas— del periodismo, pero eso no quiere decir que la mayoría de los abajo firmantes sean iguales; en especial, los que son del interior de la República, donde muchas veces se practica un periodismo heroico.
A este respecto, me llama mucho la atención que en la lista de 180 periodistas que salieron en defensa del alevoso ataque a Ciro Gómez Leyva, al menos en el caso particular de Colima, varios están plenamente identificados con la Gobernadora Altozano, es decir, son cuatroteros por convicción o por conveniencia. Extraña ese hecho porque el escrito en el que se dirigen a amlo no contiene un tono cordial ni es obsequioso hacia el poderoso presidente que aún padecemos en México. Y a menos de que ya hayan cambiado de chaqueta –lo dudo—, no resultaría extraño que le jalaron las orejas a más de uno por revelarse contra el que, para los de la 4T, amlo es el mesías en su tercera venida.
El texto de los 180 periodistas de todo el país suena retórico al principio, pero rápidamente entra en materia de forma nada sumisa, cuando se manifiesta la inconformidad por el hecho (el ataque a balazos al comunicador), lo que “nos lleva a exigirle al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, que cese el hostigamiento que ejerce contra periodistas críticos”. Esa frase, durísima, sería más que suficiente para que un presidente civilizado razonara su respuesta antes de actuar, pero lo que siguió en el desplegado se vuelve mucho más crítico y, por tanto, devastador para el egocéntrico tabasqueño.
Así, el escrito de los periodistas sostiene: “Prácticamente, todas las emanaciones de odio hacia los periodistas se incuban, nacen y se esparcen desde Palacio Nacional. La difamación, que sustituye al debate de ideas, es una convocatoria a la violencia física contra los periodistas estigmatizados por el Presidente. Los asesinatos de periodistas marcan un récord en este sexenio y la impunidad es alarmante (…) De no auto controlarse el Presidente López Obrador en sus impulsos de ira hacia periodistas críticos, el país entrará en una etapa aún más sangrienta que ya han experimentado otras naciones latinoamericanas: asesinar periodistas para desestabilizar al gobierno o matar en pago de favores al gobierno…”
El texto de los 180 periodistas da en el clavo, razón por la que me identifico con el mismo. El problema es que no todos fueron convocados en Colima para hacer patente su apoyo a un colega en apuros por culpa de la violencia que golpea a todo el país, no se diga a nuestra entidad. La causa es sencilla: hay capillitas que forman algunos que ni siquiera son periodistas, puesto que fueron funcionarios del gobierno toda su vida, pero escriben para obtener prebendas y privilegios. De esa manera, gracias a sus contactos a nivel central, esos mismos tienen el control de la relación de la prensa local con la nacional, donde quedan fuera los que no forman parte de su excluyente grupito.
El caso más claro de todo lo aquí expuesto es el de Manuel Don Pañalón Godina Velasco, muy bien relacionado en el centro del país, pues incluso preside en Colima una agrupación periodística con presencia nacional, cuando toda su vida fue funcionario de la SEP y lo único que ha hecho desde hace décadas es ser colaborador de diversos periódicos impresos, hecho que no lo hace periodista, sino simple articulista o colaborador: nada más. Ah, pero como ha sabido explotar sabrosamente esa veta inagotable, ahora también encabeza un grupo que se reúne regularmente con distintas autoridades para dar la impresión de que se dedica a informar, cuando la mayoría de ellos tampoco son periodistas, sino funcionarios jubilados o pensionados que se entretienen escribiendo.
No es condenable que Don Pañalón Godina Velasco se reúna con funcionarios para almorzar semanalmente, incluso que encabece una agrupación periodística sin ser periodista verdadero: lo que no se vale es que este tipo de personajes se abroguen la representatividad en exclusiva del periodismo colimense, cuando estamos los que toda la vida nos hemos dedicado a esta gran profesión sin tener que andar alardeando de influyentes, bien conectados con el mundillo político y demás zarandajas. Y lo peor: el tipo sale a criticar en un desplegado a amlo, que es el santo señor de las quincenas de Indira Vizcaíno Silva, que es la que lo colma de prebendas y privilegios. ¿De cuándo acá es anti-amlo?