POR Jorge Octavio González
La renuncia de Priscila García a la fracción del PAN en el Congreso del Estado y la renuncia de Francisco Rodríguez García a la secretaría del ayuntamiento de Colima no fue casualidad; fue un plan ideado desde luego por el ex priísta, ex perredista y hoy ex panista que siempre ha visto por él y sus personalísimos intereses.
Nadie niega que el también ex síndico de la administración de Héctor Insúa en la alcaldía capitalina sea un tipo conocedor de la política y de lo que se hace en las alcantarillas; lo cuestionable es que ha utilizado los cargos y posiciones que ha tenido para hacer acuerdos que van más allá de lo ético para perpetuarse en el poder.
Sólo los que tienen memoria corta no recuerdan que Rodríguez García llegó a la Legislatura pasada de la mano del PAN y que inició con severos cuestionamientos hacia la administración de José Ignacio Peralta Sánchez; conforme la situación fue cambiando en el Poder Legislativo y los diputados de MORENA fueron cooptados por el gobierno del Estado para formar una nueva mayoría, los ataques del entonces legislador panista fueron cesando a tal grado de convertirse en un defensor del hoy ex mandatario estatal.
Aunque conoce la ley electoral, decidió reelegirse como candidato a diputado por otro distrito diferente al que llegó la vez anterior; eso le valió una impugnación de la alianza de MORENA-Nueva Alianza que, finalmente, logró tumbar la posición de Paco Rodríguez. Parece que se le olvidó, pero su registro como candidato a la diputación local llevó como suplente a otra persona, no Priscila García; a ella la propuso una vez que vio que había posibilidades de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación podía inhabilitarlo como el propietario para dar paso a su suplente.
La dirigencia estatal del PAN, en ese entonces a cargo de Alejandro García, le permitió a Francisco Rodríguez que, en lugar de la suplente que estaba registrada, pusiera a su esposa, algo que no es propiamente ético ni moral viniendo de un partido que predica los valores como eje de su visión de trabajo.
Con la llegada de Julia Jiménez Angulo a la presidencia del CDE del PAN, se firmó un compromiso para que la coordinación de la bancada panista en el Congreso del Estado fuera rotativa los tres años de la Legislatura, comenzando Crispín Guerra Cárdenas; sin embargo, el trabajo combativo del diputado y su posición firme ante las tropelías del gobierno del Estado, le valieron que la presidenta de Acción Nacional, en uso de sus atribuciones que le confiere la dirigencia, determinara que continuara al frente de la coordinación Guerra Cárdenas
Fue así que el golpe traicionero llegó de la dupla Francisco Rodríguez-Priscila García hacia su dirigencia y sus compañeros del Congreso del Estado: la filtración del documento en donde se plasma el cambio de coordinador cada año. A partir de ese momento Priscila aprovechó la situación y presentó su renuncia a la fracción, olvidándose que ella no debería ser diputada sino la suplente que decidieron retirar de último momento para que la curul y el sueldo que representa quedara en la esposa de Paco Rodríguez, esto es, que quedara en casa.
Para pronto Francisco Rodríguez salió como secretario del ayuntamiento de Colima, alegando que era una posición del PAN, cuando lo cierto es que los panistas nunca vieron como suya la posición que obtuvo el sujeto y que le valió para ayudar a sus incondicionales, que tampoco eran panistas, en la administración municipal.
A la bancada del PAN no le hace el menor daño la salida de Priscila García; tampoco al bloque opositor porque su voto es irrelevante tanto para la bancada oficialista de MORENA y sus aliados como para los que conforman el PRI, PAN y PES. Vote con uno o con otros no cambia la configuración del Poder Legislativo.
La renuncia de Francisco Rodríguez sí oxigena el ayuntamiento de Colima y permite retirar a los mercenarios que ayudó a colocarse; a donde vaya ya deben conocerlo por su proclividad a la traición y a los arreglos inconfesables.