1984: la visionaria obra cumbre de George Orwell*

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

Una de las novelas más notables del siglo XX es, a no dudarlo, la que George Orwell tituló con el anagrama del año en el que la escribió: 1984 (por el 1948 original). Visionaria, futurista, revolucionaria, entre otros, son los adjetivos que se le suelen endilgar a la monumental obra del escritor inglés, tal vez porque se trata de una historia que sigue estando tan vigente como cuando fue concebida.

Si bien la historia es una crítica virulenta a cualquier clase de totalitarismo existente en el mundo, el modelo en el que se inspira es el de la Rusia comunista gobernada por el dictador José Stalin. Así, el Gran Hermano, personaje omnipotente y omnisciente sobre el que gira toda la trama de la novela 1984, no es otro que el georgiano que sustituyó a Lenin en el poder, que a la vez más tarde fue sustituido por Bhreznev.

Asimismo, Goldstein, el enemigo público número uno de esa parte de país al que pertenece en la historia lo que fue Inglaterra, no es otro que León Trotsky, el líder disidente que tuvo que huir de Rusia y que fue acusado de traicionar a la revolución de parte de los comunistas rusos y sus aliados de todo el mundo. (Trotsky, por cierto, fue asesinado con un piolet por un fanático español en la capital de nuestro país).

De esa manera, el Gran Hermano y Goldstein vienen a ser la encarnación del bien y del mal, el ying y el yang, figuras paradigmáticas que se tienen que utilizar mediáticamente para exacerbar los temores de los habitantes de una ciudad que, empero, no es Moscú, Stalingrado, San Petersburgo, Leningrado o cualquier otra de lo que algún tiempo se conoció como la URSS (Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas), sino de un Londres gris, triste y constantemente bombardeado por enemigos invisibles.

Por supuesto, el protagonista de la novela se llama Winston Smith, que igualmente remite al lector al líder inglés que encabezó la lucha en Inglaterra contra las hordas nazis durante la Segunda Guerra Mundial, el mismo que ofreció a su pueblo “sangre, sudor y lágrimas”: Winston Churchill. Así, el protagonista de la novela también es alguien que pretende rebelarse contra el sistema que rige en Oceanía (a la que pertenece Londres), cuyos lemas del partido no pueden ser más significativos: “la guerra es paz”, “la libertad es esclavitud”, “la ignorancia es poder”. (Hasta parecen lemas de la 4t).

En la historia, el mundo se ha dividido en tres grandes potencias llamadas precisamente Oceanía, Eurasia y Estasia. La primera está integrada por Estados Unidos, Inglaterra y casi todos los países del continente americano, en tanto que la segunda la forma la mayor parte de Europa que fue absorbida por Rusia. O sea: las dos súper potencias se repartieron buena parte del pastel. La tercera potencia, aunque sin ser bien definida, vendrían a ser China, Japón y gran parte de los países asiáticos.

El caso es que la premisa de la historia es así: los habitantes de Londres, donde transcurre toda la trama, viven bajo la vigilancia constante de un gobierno totalitario. Los enormes carteles con la felina figura del dictador se repiten por todos lados con la siguiente frase que no deja lugar a dudas: “el Gran Hermano te vigila”. Tener pensamientos propios, tratar de ir contra el orden establecido, es un ideadelito que la Policía del Pensamiento tarde o temprano descubrirá, así no lo capten las telepantallas (lo que en la actualidad serían las cámaras de seguridad) que se encuentran instaladas por todas partes, incluidos los sanitarios.

El gobierno totalitario de la novela 1984 cuenta con cuatro ministerios para desarrollar su labor, los cuales ostentan, como bien lo hace notar el propio autor, “una especie de cinismo por su deliberada inversión de los hechos. El Ministerio de la Paz se encarga de la guerra; el Ministerio de la Verdad, de las mentiras; el Ministerio del Amor, de las torturas, y el Ministerio de la Abundancia, de la escasez”. (Otra vez la 4t).

Una de las prioridades del totalitario gobierno es el de mantener siempre desinformada y en la más absoluta ignorancia a sus gobernados, lo que implica cambiar el pasado cada vez que sea necesario. Por tal razón, en el momento en que transcurre cerca de la mitad de la historia, Oceanía siempre había estado en guerra contra Eurasia y era aliada de Estasia; sin embargo, de pronto las cosas cambian: en realidad, la guerra es contra Estasia, de ahí que Eurasia siempre ha sido aliada.

Tal cosa no podía ser de otra manera, pues no había libro ni documento que probara lo contrario. Por esa razón, resulta fundamental transcribir la actitud que asume un frenético orador que, durante la Semana de Odio, lanzaba incendiarias proclamas contra Eurasia, cuando le avisan que ahora Estasia es el enemigo de Oceanía:

“…Era imposible escuchar sus palabras sin primero convencerse y después volverse loco. De vez en cuando, el furor de la multitud estallaba y la voz del orador era ahogada por un rugido casi bestial que se elevaba incontenible de miles de gargantas enronquecidas. Los gritos más desenfrenados provenían de los escolares. Habían transcurrido unos veinte minutos de discurso cuando un mensajero se acercó a la tribuna y deslizó una nota en las manos del orador. Él la desdobló y la leyó sin detenerse. Nada cambió de su voz, su actitud ni la intención de lo que decía, pero de pronto los nombres eran diferentes. Sin necesidad de oír las palabras, una ola de comprensión recorrió a la multitud. ¡Oceanía estaba en guerra con Estasia! Al instante siguiente hubo una tremenda conmoción. Todos los carteles y las pancartas que decoraban la plaza estaban equivocados. Casi la mitad de ellos tenía imágenes que no correspondían a la realidad. ¡Era un sabotaje! ¡Todo era obra de los agentes de Goldstein! Se produjo un formidable tumulto donde la gente arrancaba carteles de las paredes y desgarraba a pedazos las pancartas para pisotearlas después. Los Espías realizaron prodigios de actividad para trepar a los techos y cortar los banderines que ondeaban desde lo alto. En dos o tres minutos todo había concluido. El orador, todavía asido al micrófono, encorvado y su mano libre atizando zarpazos al aire, prosiguió su discurso como si nada hubiera pasado. Un minuto después volvían a estallar los feroces rugidos de la multitud. El odio continuó exactamente igual que antes, sólo que ahora el objetivo había cambiado”.

La novela 1984 está dividida en tres partes bien definidas: la primera, donde Winston Smith comienza a pensar por su cuenta, a relacionarse con Julia –la protagonista femenina— y a rebelarse –silenciosamente— contra el opresivo sistema; la segunda, cuando la pareja protagónica se une a la Resistencia y se convierte en activista en pro de Goldstein; la tercera, en la que ambos son descubiertos y conducidos al Ministerio del Amor (el más temible de todos) para hacerlos que aprendan a amar al Gran Hermano.

Las torturas a las que es sometido Winston Smith en el cuarto 101 son de antología: describe de manera descarnada sofisticados aparatos (para su época) que son utilizados con el fin de causar el peor daño posible, además de utilizar los peores temores de las personas en su contra. En fin, 1984 es una obra maestra que resulta indispensable en la biblioteca de cualquiera que se precie de ser lector consuetudinario.

Por cierto, la versión que leí para esta reseña es diferente a la que conocí por primera vez, precisamente en 1984, cuando se le dio gran difusión por coincidir el nombre de la novela con ese año, si bien se trata, como se ha dicho, del anagrama de 1948. Vale la aclaración porque la primera versión es mucho mejor que la nueva, pues la traducción de algunos pasajes claves no coincide y hacen que se pierda la fuerza expresiva que George Orwell empleó para dar mayor énfasis en algunos de los diálogos.

En fin: la novela sigue estando vigente. Un ejemplo lo encontramos en la 4t con su minuto del odio y su semana del odio, que se contextualizan con La mañanera diaria y El quién es quién en las mentiras semanal. Si en ambas secciones no se fomenta el odio, la división, la polarización y la estupidez, entonces Orwell es un modesto escritor costumbrista.

*Columna publicada el 5 de agosto de 2021.