POR Jorge Octavio González
La semana pasada una simple falla eléctrica en Manzanillo provocó que durante 19 horas no pudieran acceder al recinto portuario 5 mil tráileres para descargar su mercancía.
Fueron kilómetros de caos vial en el puerto manzanillense que, sin embargo, ASIPONA y la autoridad municipal pudieron evitar si tuvieran un plan emergente cuando se suscitaran estas situaciones.
La descoordinación entre los dos, por supuesto, originó la pérdida de alrededor de 100 millones de pesos para el sector transportista y el desprestigio a nivel internacional como recinto portuario.
El hecho, desde luego, no pasó desapercibido para la prensa de la Ciudad de México. Reforma retomó, en primera plana, el tema: “Sufre Manzanillo por caos aduanal”.
Miguel Ángel Landeros, presidente del Consejo Mexicano de Comercio Exterior (Comce) de Occidente, dijo que, concretamente en ASIPONA, “no anticiparon que pudiera ocurrir una situación como ésta y, obviamente, pues quedaron rebasados”.
Y añadió: “las citas que dan en las terminales no se pudieron atender y se empezaron a acumular los camiones”.
Sobre la pérdida de 100 millones de pesos, Jorge Montufar, delegado de la Cámara Nacional de Autotransporte de Carga (Canacar) en Manzanillo, basó su cálculo a partir de que el puerto de Manzanillo recibe 4 mil unidades de carga al día, por lo que alrededor de 5 mil se quedaron inmovilizadas en las calles de la ciudad y la autopista, sin contar a los automovilistas, los autobuses y transportistas locales que tampoco pudieron entrar a la urbe.
La Administración del Sistema Portuario Nacional de Manzanillo, a cargo de Mario Alberto Gasque Peña, quedó, ciertamente, rebasada por una simple lluvia que se suscitó en Manzanillo, lugar donde, por supuesto, este tipo de fenómenos naturales son una constante por su cercanía con el Pacífico Mexicano.
Es como si, al mismo tiempo, en el recinto portuario no tuvieran un plan emergente o un protocolo para cuando haya huracanes y terremotos. Es absurdo.
El puerto de Manzanillo, como uno de los más importantes del América Latina, tendría que estar blindado de todo tipo de amenazas; al menos tendrían que prever qué hacer ante una simple falla eléctrica provocada por una tormenta.
¿Qué hizo, ante esto, el ayuntamiento de Manzanillo? Sus autoridades recorrieron algunos kilómetros del tráfico vial y llevaron comida y agua a los que estaban varados.
¿Es en serio?
Lo que en esos momentos esperaban los conductores de los tráileres era que les solucionaran el problema de acceso al puerto interior para dejar la mercancía que llevaban; lo de la comida y el agua ellos solos se las podían arreglar.
100 millones de pesos se dice fácil, pero es una cantidad de dinero impresionante que se perdió por las 19 horas que falló la energía eléctrica.
Una lluvia, una simple lluvia, no pudo ser prevista por ASIPONA ni la autoridad municipal; algo tan sencillo costó dinero al puerto de Manzanillo, pero, sobre todo, un desprestigio internacional que generará desconfianza entre las grandes empresas que difícilmente permitirán que sus mercancías pasen de nueva cuenta por Manzanillo.
Y a pregunta del millón es: ¿qué pasará si vuelve a fallar la energía eléctrica por otra lluvia?